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  : : : : : Giuseppe Parini : : : : :

  Giuseppe Parini


    Italia | 1729-1799
Parini
  Poeta italiano nacido en Bosisio. Hijo de una modesta familia, es probable que de pequeño iniciara sus estudios bajo la guía del párroco local, pariente de su madre. Al cumplir los diez años, con el fin de que estudiase para clérigo, fue enviado a Milán, a casa de una tía abuela suya, la cual murió dos años después dejándole una pequeña renta con la condición de que dijese una misa diaria por ella cuando fuera ordenado sacerdote. En 1752 publicó Algunas poesías de Ripano Eupilino, que le dieron cierta fama en los círculos literarios, hasta el punto de que, en 1754 -el mismo año en que, sin demasiada convicción, tomaba los votos religiosos-, fue admitido en la Accedemia dei Trasformati. Entre tanto, sus padres se habían reunido con él en Milán, en precarias condiciones económicas, y la situación se agravó cuando, muerto el padre, hubo de atender a su madre, vieja y sola. Dio clases particulares, fue copista de textos legales y, sobre todo, preceptor en casas nobles, donde salió a relucir su vivacidad intelectual. Mientras participaba en el clima de discusiones y polémicas que acompañaban a la consolidación de la Ilustración en Italia, compuso tres odas y luego un Diálogo sobre la nobleza, que puede considerarse como un preludio de la composición de La mañana (1763), primera parte de su obra maestra, El Día. Cuando apareció la segunda parte, La tarde (1765), con su valiente sátira de la nobleza decadente, Parini se hizo muy famoso, aunque ello no le sirviese para resolver sus problemas económicos. Sin embargo, en 1768, el conde Firmian, representante de la emperatriz María Teresa en Milán, lo nombró poeta oficial del Teatro Regio Ducale, y al año siguiente director de la Gaceta de Milán, además de profesor de Bellas Letras en las Escuelas Palatinas, donde comenzó a dar clases en 1770. Más tarde fue designado superintendente de las escuelas públicas de Brera, y este conjunto de cargos le impidió durante algún tiempo completar El Día, que debía incluir también El atardecer y La noche, en el que introducía de todos modos continuas correcciones y añadidos. Siguió dedicándose a la composición de sus numerosas Odas, cuya primera recopilación apareció en 1791, y no faltaron las de tono galante, como El peligro y El don. La Revolución Francesa produjo en él un efecto doble y en apariencia contradictorio: era del todo partidario de los principios de igualdad y libertad (tanto que la opinión pública lo tachaba de jacobino), pero era también un hombre moderado que odiaba los excesos. En 1796, con la ocupación francesa, fue nombrado miembro de la junta municipal, pero ante su poco entusiasmo fue pronto destituido del cargo. Enfermó de las piernas y las cataratas lo dejaron medio ciego. Murió tal vez sin saber que El Día, que con gracia e ironía ofrece una representación descarnada de tantos aristócratas indolentes y fatuos, forma parte de la literatura que prepara las revoluciones y se convirtió en una obra prerrevolucionaria para Italia.  © eMe

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