Henner

Jean-Jacques Henner


 Francia | 1829-1905




1865 | 36 años
Mujer en un diván negro
Óleo sobre lienzo.
Musée des Beaux-Arts. Mulhouse
193 × 180 cm.



1865 | 36 años
La Casta Susana
Óleo sobre lienzo.
Museo de Orsay. París
185 x 130 cm.



1879 | 50 años
Jesús en el Sepulcro
Óleo sobre lienzo.
Museo de Orsay. París
71 x 198 cm.



1885 | 56 años
Fabiola
Óleo sobre lienzo.
Colección particular




Biografía:
    Pintor francés, nacido en Bernwiller el 5 de marzo de 1829. Alumno de los neoclásicos Michel Martin Drolling y François-Édouard Picot, recibió no obstante sus influencias más duraderas de los grandes maestros del Renacimiento italiano (Rafael, Tiziano, Correggio), a los que copió en sus prácticas. En 1858 se hizo acreedor del Premio de Roma; desde entonces su prestigio no dejaría de aumentar, consolidándose como uno de los grandes pintores oficiales de su tiempo: figura puntera y habitual del Salón de París desde 1863, fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes (1889) y recibió, entre otros honores, el grado de Gran Oficial de la Legión de Honor (1903). Henner fue un maestro menor que manifestó personalidad propia en un terreno atestado de convencionalismos. Ajeno a las corrientes pictóricas dominantes, huyó del decorativismo fácil y de la frivolidad de la pintura académica, dotando a sus obras de un sentido del decoro y de una gravedad que tenían también algo de valoración moral; su indiferencia frente a las innovaciones técnicas del momento hacían de él una figura aislada e incluso anacrónica. Su método de trabajo, lento y preciso, poseía ciertas maneras rituales renacentistas: pintaba del natural, sin apoyaturas fotográficas del modelo, lo que se nota mucho en sus cuadros, inmediatos y verídicos. Sus mejores desnudos y, si se quiere, el grueso de sus retratos simbólicos femeninos, son su mejor salvoconducto frente a la posteridad. De entre la media docena de obras mayores que jalonan su producción, logró un éxito artístico considerable con su tela ‘Jesús en el sepulcro’ (1879), de un naturalismo sin concesiones, y donde la sobriedad cromática y el simbolismo lumínico logran trascender el frío estudio anatómico, confiriendo a la obra buena parte de la espiritualidad buscada.  © José Antonio Bielsa


Galardones:
Premio de Roma (1858)



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