Última salida para Brooklyn (fragmento)Hubert Selby
Última salida para Brooklyn (fragmento)

"Harry estaba de buen humor cuando llegó a casa. Después de lavarse manos y cara le contó a su mujer lo que había pasado y cuando ella le dijo que tuviera cuidado, que podría perder el empleo, Harry se rió y le dijo, nunca me podrán echar. Si tratan de echarme toda la fábrica irá a la huelga y la empresa lo sabe. No me podrán joder. Cuando terminó de cenar fue al bar y les contó a voces a los chicos cómo le había plantado cara al rompehuevos de la fábrica, puntuando la historia con risotadas.
Mary ya se había acostado cuando Harry volvió a casa, pero a él le daba igual que estuviera despierta o no, de todos modos durante un rato no le tocaría los huevos. Se desnudó y se dejó caer en la cama y miró a Mary para ver si despertaba, pero ella soltó un gruñido y encogió las rodillas acercándoselas todavía más a la barbilla. Harry se quedó quieto a su lado, de cara a Mary, y se durmió.
A la mañana siguiente Harry subió a la sexta planta antes de ir a su torno. Se aseguró de que el nuevo no trabajaba con el acero inoxidable. Sonrió al ver que no estaba en su torno y se quedó un rato por allí para asegurarse de que no le engañaban; y antes de irse fue a ver al capataz y le dijo que quería hablar con él más tarde. Hizo la ronda por el resto de la planta y cuando volvió a su torno habían pasado más de dos horas. Apretó el botón y se puso a trabajar. Se acercó el capataz y le preguntó cuándo tendría listo el trabajo, lo demás ya está terminado y sólo estamos esperando esta pieza. Harry le dijo al capataz que estaría lista cuando la terminase. El capataz lanzó una ojeada a la pieza, calculando cuánto tardaría en terminarla, y se fue. Harry se quedó unos minutos mirándole, jodido pelotas, luego volvió al trabajo.
Cuando Harry volvió de comer subió otra vez a la sexta planta y luego hizo su ronda habitual. Volvió a su torno y terminó el trabajo. Luego fue una vez más a la sexta planta. El nuevo había vuelto a su torno, pero en su máquina había una plancha de cobre. Harry se le acercó. Eso está mejor. Ayer estuviste a punto de perder los papeles, tío. El nuevo se limitó a mirar a Harry, con ganas de decirle lo que pensaba de él, pero se calló, pues por la mañana le habían advertido que Harry había retirado el carnet, más de una vez y sin motivo alguno, a más de un obrero. Harry se rió y se alejó. Volvió a su trabajo, sintiéndose omnipotente. No le interesaba especialmente el nuevo, pero estaba contento de que le hubiera servido para mandar a tomar por el culo a su jefe. Se quedó trabajando el resto del día, pensando de vez en cuando en lo de ayer y en que el convenio entre la empresa y el sindicato expiraba dentro de quince días y los comités que negociaban no habían llegado a un acuerdo para un nuevo convenio, seguro que habría huelga. Harry estaba tan contento de ir a la huelga —de cerrar la fábrica, de poner piquetes y ver como sólo entraban en la fábrica vacía los directivos y se sentaban en sus despachos y pensaban muy preocupados en todo el dinero que estaban perdiendo mientras él cobraba su sueldo del sindicato—, que de vez en cuando se reía para sus adentros y a veces le apetecía gritar tan fuerte como pudiera, ya os podéis joder, hijoputas. Vais a ver lo que es bueno. Os vamos a hundir la empresa. Pronto os tendremos de rodillas suplicándonos que volvamos al trabajo. Os vais a enterar de lo que es bueno.
Harry se sentía mejor de día en día. Paseaba por la planta saludando a los chicos, diciéndoles cosas por encima del ruido; pensando que pronto estaría todo en silencio. Toda la jodida fábrica parada. Y se imaginaba que billetes de dólar con alas salían volando por las ventanas desde los bolsillos y las carteras de un jefe muy gordo y calvo que fumaba un puro; y pensaba en hijoputas de camisa blanca y corbata y trajes muy caros sentados ante una mesa de despacho vacía abriendo sobres de paga vacíos. Se imaginaba gigantescos edificios de cemento que se venían abajo y planchas metálicas volando entre ellos y a él suspendido en el aire destrozando los edificios. También podía verse aplastando cabezas y cuerpos y tirándolos por las ventanas y viéndolos destrozarse contra las aceras de abajo y él se partía de risa mientras miraba los cuerpos flotando en charcos de sangre que tragaban los desagües, y él, Harry Black, de treinta y tres años, mecánico del taller 392, miraba y se partía de risa.
De noche, después de la cena, iba al local vacío que estaba preparando el sindicato para que sirviera de cuartel general durante la huelga. Trabajaba poco y hablaba un montón.
Dormía mejor, profundamente y sin sueños; pero antes de dormir se quedaba tumbado de lado y dejaba que imágenes de fábricas vacías, edificios que se hunden y cuerpos aplastados pasasen por su mente, más reales, más vívidas, los contornos y las imágenes definidos con mayor claridad, la carne más blanda, más fláccida que nunca; la punta de los puros encendidos, el olor a puro y a loción de afeitar más molesto que nunca. Luego las imágenes se entremezclaban lentamente unas con otras y se ponían a dar vueltas formando una imagen amorfa y demasiado iluminada y Harry sonreía con gesto torcido y se dormía.
El último día del convenio Harry silbaba al trabajar. No era un auténtico silbido, sino un siseo continuo que a veces casi se convertía en silbido. No habían firmado un nuevo convenio y aquella noche había reunión del sindicato. Cuando terminó la jornada de trabajo Harry salió de la fábrica muy contento, dando palmaditas en la espalda a muchos compañeros con el más intenso sentimiento de camaradería que era capaz de sentir, diciéndoles que no olvidasen la reunión y que quería verlos a todos a la entrada. Algunos hombres se pararon en el bar antes de ir a casa y tomaron unas cuantas cervezas con mucha parsimonia, mientras hablaban de la huelga, preguntándose cuánto duraría y qué conseguirían. Harry pidió una cerveza y se paseó por el bar dando una palmadita o apretando un hombro, sin hablar mucho, o diciendo simplemente, ya llegó el momento o, esta noche será el momento de la verdad. Anduvo como media hora por allí y luego se fue a casa. "



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