La librería encantada (fragmento)Christopher Morley
La librería encantada (fragmento)

"¡Curiosa magia la del pensamiento! La idea seguía chispeando en su mente cuando vio a Titania y a la señora
Mifflin pasar delante del restaurante. Las dos mujeres hablaban animadamente, entre risas: el rostro de Titania, radiante de vitalidad juvenil, le pareció más llamativo que cualquier anuncio escrito en tipos Caslon de diez puntos. Admiró el contorno de su rostro desde el punto de vista de su adorada técnica. «Tiene la cantidad de espacio en blanco justa», pensó, «para situar sus ojos en el foco de interés. Sus rasgos no son duros, como esos anuncios escritos en tipos modernos», pensó tipográficamente. «Son más bien como la vieja cursiva de la tipografía francesa, ligeramente ladeada. En 22 puntos, calculo. Hay que reconocer que el viejo Chapman es un tipógrafo de los buenos.»
Aubrey se rió de sus ocurrencias, agarró el sombrero y el abrigo y salió a toda prisa del restaurante.
La señora Mifflin y Titania se habían detenido a unos pocos metros para mirar un escaparate con pequeñas boinas. Aubrey cruzó la calle a toda velocidad, subió a la esquina, volvió a cruzar y caminó por la acera este. De esa manera se encontraría con ellas como si viniera del metro. Estaba más emocionado que el Rey Alberto en su regreso a Bruselas. Las vio acercarse, mientras charlaban de ese modo tan delicioso
y alegre de las mujeres en sus ratos de ocio.
Helen parecía mucho más joven en compañía de la chica. «Un forro de tafetán color sauce y un velo de encaje», decía.
Aubrey las abordó con un visible gesto de sorpresa.
«¡Vaya, vaya!», dijo la señora Mifflin. «Pero si es el señor
Gilbert.» Y luego añadió, casi gozando de la incomodidad del joven: «¿Venía usted a visitar a Roger?».
Titania le estrechó la mano cordialmente. Aubrey, examinando las cursivas antiguas con la desesperada intensidad de un corrector de pruebas, no halló rastros de desagrado por volverlo a ver tan pronto.
«Bueno», dijo sin mucha convicción, «en realidad venía a verlos a todos. Me... me preguntaba cómo les iría y yo...»
La señora Mifflin se apiadó de él. «Hemos dejado al señor Mifflin atendiendo el negocio», dijo. «Está muy ocupado con algunos de sus viejos clientes. ¿Por qué no viene usted con nosotras al cine?»
«Sí, venga», dijo Titania. «Veremos a los señores Sidney Smith. Ya sabe lo adorables que son.»
No hace falta decir con cuánta rapidez aceptó la invitación
Aubrey. El placer coincidió con el deber, pues al situarse en el borde de la acera podría caminar al lado de Titania. "



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