La gran ciencia (fragmento)Emilio Rabasa
La gran ciencia (fragmento)

"Parece que los aires de Octubre no son del todo saludables en aquella ciudad, porque nadie dejaba de estar en la ocasión a que aludo, nervioso y agitado. La Gobernadora más inquieta y singular que nunca, mostraba, lo mismo que Oandelarita, una exacerbación de sus achaques de nervios, que la ponía intratable. Me llamaba a su casa más a menudo de lo que yo podía llevar en paciencia, muchas veces para nada y algunas para instarme con escaso disimulo a que estrechara mis relaciones con Reanledios, sin hacer caso del Coronel. Su primogénita gaseaba un humor de los demonios, y apoyando las instancias de la Gobernadora, solía hacer despreciativos gestos al hablar de la famosa hermosura de San Martín. Conchita no hacía más que asomar, y luego que oía el nombre de Remedios, volvía las espaldas y se metía en su cuarto.
Miguel demostraba una profunda preocupación, y en sus conversaciones conmigo, mezclaba en confusión extraña ¡a Remedios con los Estadas del interior, y los intereses públicos que había aprendido a traer siempre en la boca, con la declaración franca que pensaba hacer a Don Mateo de su amor a la pedreña. Resueltamente opinaba como Vaqueril en el asunto aquel de política trascendental, y así lo manifestó al Gobernador en uno de tantos días de aquéllos en que hablaban durante largas horas, enseñando el uno y aprendiendo el otro los principios de la gran ciencia.
Vaqueril estaba igualmente preocupado, y no pudiera, ser de otro modo, puesto que el tiempo se venía con gran prisa, y graves acontecimientos tenían que suceder, que perturbarían, aunque fuese por breve espacio, la sosegada corriente de su mansa gobernación. Toda la elocuencia de Don Vicente Torvado había sido insuficiente para calmarle y poner tranquilidad en su espíritu: Vaqueril era hombre de pacífica condición, y si entraba en la danza era porque las circunstancias le necesitaban a elegir entre los dos extremos. En su aturdimiento, que en él reemplazaba a lo que puede llamarse preocupación, hablaba mucho con Torvado para aprender, con Miguel para enseñar y con Roquete para divertir su aleación de tan graves asuntos, y enderezarla a otros que, aturdiéndole menos, le interesaba a más. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com