Pisando los talones (fragmento)Henning Mankell
Pisando los talones (fragmento)

"Wallander se sentó ante el escritorio de la joven mientras Martinson revisaba la cómoda y luego inspeccionaba en el gran armario que había pegado a una de las paredes. Los cajones del escritorio no estaban cerrados con llave, cosa que sorprendió a Wallander. Sin embargo, cuando fue abriéndolos, uno a uno, comprendió por qué no les habían echado la llave: estaban prácticamente vacíos. Frunció el entrecejo al tiempo que se preguntaba por qué en aquellos cajones no había nada salvo algunas horquillas, unos lápices viejos y un puñado de monedas de diversos lugares del mundo. ¿No sería aquello indicio de que alguien había estado allí y los había vaciado? Pudo haber sido la misma Isa o cualquier otra persona. Abrió el cartapacio verde y halló una acuarela hecha, a todas luces, por un pincel inexperto. «IE 95», se leía en el ángulo inferior derecho. Representaba una marina, mar y acantilados. Volvió a cubrirla con el cartapacio. En una estantería, junto a la cama, había varias hileras de libros. Pasó un dedo por los lomos mientras leía los títulos. Recordó que algunos de ellos los había leído también Linda. Tanteó con la mano detrás de los libros y halló otros dos, que tal vez se hubiesen caído o que alguien pudo haber escondido. Los sacó y comprobó que ambos estaban en inglés. Journey lo the Unknown se llamaba el primero, Viaje a lo desconocido, de un tal Timothy Neil. El otro llevaba por título How to Cast Yourself in the Play of Life, Qué papel representar en el teatro de la vida, de Rebecka Stanford. Las portadas de ambos tenían ilustraciones de un estilo similar: figuras geométricas, cifras y letras que parecían flotar libremente en una especie de panorama cósmico. Wallander se sentó de nuevo ante el escritorio. Se notaba que habían leído los libros más de una vez, pues se abrían solos por ciertas páginas, en su mayoría manoseadas y dobladas. Se puso las gafas y se dispuso a leer las contraportadas. Timothy Neil hablaba de que, en la vida, era importante seguir algo que él denominaba «mapas espirituales», mapas que uno podía aprender a trazar mientras dormía. Wallander hizo un mueca mientras lo dejaba sobre el escritorio y tomaba el de Rebecka Stanford, que escribía sobre lo que ella llamaba «la descomposición cronológica». Aquello atrajo enseguida la atención de Wallander. En efecto, el libro parecía tratar de cómo aprender, en un círculo de amigos, a dominar el tiempo y avanzar o retroceder por las diversas épocas, pasadas y futuras. La autora parecía convencida de que aquello era un instrumento idóneo para que la gente pudiese vivir plenamente «en una época dominada por el despropósito y la desorientación crecientes. "


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