El mapa y el territorio (fragmento)Michel Houellebecq
El mapa y el territorio (fragmento)

"Pidió un whisky en la esquina de la rué Vavin y enseguida se dio cuenta de su error. Tras la quemazón reconfortante le inundó de nuevo la tristeza, las lágrimas le corrían por la cara. Lanzó una mirada inquieta a su alrededor, pero por suerte nadie le prestaba atención, todas las mesas estaban ocupadas por estudiantes de Derecho que hablaban de fiestas o de «socios júnior», en fin, de esas cosas que interesan a los estudiantes de Derecho, podía llorar a su antojo. Al salir se equivocó de camino, vagó unos minutos en un estado de semiinconsciencia aturdida y se encontró delante de la tienda Sennelier Fréres, en la rué de la Grande-Chaumiére. En el escaparate vio expuestos pinceles, lienzos de formato corriente, pasteles y tubos de colores. Entró y, sin pensarlo, compró un estuche de «pintura al óleo» básico. De forma rectangular y madera de haya, con su interior dividido en compartimentos, contenía doce tubos de óleo extrafino Sennelier, un conjunto de pinceles y un frasco de disolvente. En estas circunstancias se produjo en su vida este «retorno a la pintura» que tantos comentarios suscitaría.
Posteriormente Jed no se mantendría fiel a la marca Sennelier, y sus telas de madurez están realizadas casi enteramente con ayuda de los óleos Mussini, de la casa Schmincke. Hay excepciones, y algunos verdes, en especial los verdes cinabrio que dan un resplandor tan mágico a los pinares californianos que descienden hacia el mar en Bill Gates y Steve Jobs conversando sobre el futuro de la informática, proceden de la gama de óleos Rembrandt, de la firma Royal Talens. Y para los blancos casi siempre emplearía los óleos Oíd Holland, cuya opacidad apreciaba. Los historiadores de arte señalaron más tarde que los primeros cuadros de Jed Martin podrían conducir fácilmente a una pista falsa. Al dedicar sus dos primeros lienzos, Ferdinand Desroches, carnicero caballar, y Claude Vorilhon, gerente de un bar-estanco, a profesiones cada vez más obsoletas, Martin podría dar la impresión de una nostalgia, de que parecía añorar un estado anterior, real o imaginario, de Francia. Nada -y es la conclusión que acabó desprendiéndose de todas sus obras- era más ajeno a sus auténticas preocupaciones; y si se inclinó en primer lugar por dos oficios gravemente amenazados, no se trataba en modo alguno de que quisiera incitar a lamentarse de su probable desaparición: era simplemente que pronto, en efecto, iban a desaparecer, y era importante fijar su imagen en la tela mientras todavía quedaba tiempo. A partir de su tercer cuadro de la serie de oficios, Maya Dubois, asistente de telemantenimiento, se consagraría a una profesión en absoluto decadente ni anticuada, sino al contrario, emblemática de la política de flujos tensos que había orientado el conjunto del redespliegue económico de Europa occidental a comienzos del tercer milenio. En la primera monografía que dedica a Martin, Wong Fu Xin desarrolla una curiosa analogía basada en la colorimetría. Los colores de los objetos del mundo pueden representarse mediante un número determinado de colores primarios, el número mínimo para obtener una representación más o menos realista es tres. Pero es perfectamente posible confeccionar una carta colorimétrica basada en cuatro, cinco, seis y hasta más colores primarios; el espectro de la representación se hará así más extenso y sutil. "



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