El primer círculo (fragmento)Aleksandr Solzhenitsyn
El primer círculo (fragmento)

"Hacía solamente medio año que Simochka había completado el curso en el Instituto de Ingeniería y Comunicaciones; y había sido destinada por su intachable ficha de seguridad, a este tan secreto instituto científico de investigación; el cual por razones de seguridad, había sido denominado con un número, pero los prisioneros en su jerga irreverente llamaban la sharashka. Los empleados libres aceptados aquí eran de mayor categoría, se les pagaba sueldos más altos que a los ingenieros. Se les pagaba por su grado, por su uniforme y todo lo que se les exigía era dedicación y vigilancia.
El hecho de que nadie le exigiera sobre sus conocimientos en su terreno específico, significaba una gran suerte para Simochka. No solamente ella sino muchas de sus amigas, se habían graduado en el instituto sabiendo bastante poco. Había muchas razones para ello. Las jóvenes venían de colegios secundarios con muy poca base en matemáticas y física. Habían aprendido en los años superiores que en las reuniones de consejeros de la facultad el director había amonestado a los profesores por los aplazados y aunque el alumno no estudiase nada, tenía que recibir diploma. En el instituto, cuando encontraban tiempo para sentarse a estudiar, cursaban las matemáticas y radiotecnología como atravesando un incomprensible e infranqueable bosque de pinos. Pero generalmente no encontraban tiempo. Cada otoño, durante un mes o más, se llevaba a los estudiantes a recoger papas en las granjas colectivas. Por esta razón, tenían que asistir a conferencias de ocho y diez horas diarias durante el resto del año, no dándoles tiempo de estudiar. Los lunes a la tarde había adoctrinamiento político. Una vez por semana, una reunión específica era obligatoria. Después también había que hacer trabajo social útil; imprimir boletines, organizar conciertos, y era necesario también ayudar en sus hogares, comprar, lavar, vestirse. ¿Y el cine? ¿Y el teatro? ¿Y el club? Si una chica no se divertía y bailaba un poco durante sus años de estudiante, ¿cuándo lo haría después? Para sus exámenes Simochka y sus amigas hicieron copias que escondieron en ese lugar de ropa femenina negada a los hombres; y durante los exámenes, sacaban las que necesitaban y alisándolas las hacían pasar como trabajo de examen.
Los examinadores podían, desde luego, muy fácilmente descubrir la ignorancia de las estudiantes, pero ellos mismos estaban sobrecargados con reuniones, asambleas, variedad de planes e informes al decano y al rector. Les resultaba muy difícil tener que asistir a examen una segunda vez. Además, cuando sus estudiantes no aprobaban, a los examinadores se los amonestaba como si los aplazos fueran productos fallados de una producción en serie -según la muy conocida teoría: no hay malos alumnos, solamente malos profesores-. De ahí, los examinadores no trataban de confundir a los estudiantes, al contrario, trataban de ayudarlos a través del examen para obtener rápidamente el mejor resultado posible. A medida que los cursos estaban por finalizar, Shimochka y sus amigas se dieron cuenta, no sin cierta tristeza, que no les gustaba su profesión, en una palabra, que les parecía un aburrimiento. Pero ya era demasiado tarde. Simochka temblaba ante la idea de trabajar en ella.
Después fue destinada a Mavrino. Se alegraba que no le hubiesen adjudicado ninguna investigación independiente. Pero aun cualquiera, menos frágil y pequeña que ella, se hubiera amedrentado de cruzar la zona prohibida de este aislado castillo en Moscú; donde una guardia especial y personal supervisor vigilaban a importantes criminales de estado.
A diez graduados del Instituto de Comunicaciones se les dieron las instrucciones al mismo tiempo. Se les dijo, al respecto, que este trabajo era peor que la guerra; que habían caído en un pozo de víboras, donde el menor movimiento imprudente podía ser fatal. Se les dijo que encontrarían aquí la resaca de la raza humana, gente que no merecía hablar el idioma ruso que lamentablemente dominaban. Se les advirtió que esta gente era especialmente peligrosa porque no mostraban abiertamente sus colmillos de lobo, porque constantemente usaban una máscara de cortesía y buena educación. Si hubiera que preguntarles acerca de sus crímenes -lo cual estaba prohibido categóricamente- intentarían con mentiras inteligentes, retratarse como víctimas inocentes. Se les señaló que las muchachas, como miembros del Komsomol, no debían volcar su odio en estas víboras sino demostrarles una amabilidad exterior -sin entrar en ninguna discusión no referente al trabajo, sin hacerles ninguna comisión afuera- y que, a la primera violación o sospecha de violación o posibilidad de sospecha de violación de estas reglas tendrían que apurarse con una confesión al oficial de seguridad, el mayor Shikin. "



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