La cena de los eruditos (fragmento) Ateneo
La cena de los eruditos (fragmento)

"De tal cosa, ¡por Atenea!, no se había jactado ni Menécrates de Siracusa, el apodado Zeus, que presumía de ser, según él, el único responsable de la vida de los hombres, gracias a su particular ejercicio de la medicina. Por ejemplo, a los que curaba de las así llamadas «enfermedades sagradas» los obligaba a comprometerse por escrito a que lo obedecerían como esclavos si salvaban la vida. Y lo acompañaba uno con la impedimenta de Heracles y apodado «Heracles»; se trataba de Nicóstrato de Argos, curado de la enfermedad sagrada. Lo menciona Efipo, en El soldado de infantería, diciendo así [PCG V, fr. 17]:
¿No aseguraba Menécrates que era el dios Zeus, y Nicóstrato de Argos, que era un segundo Heracles?
Y había otro con una clámide y un caduceo, como Hermes, y además alas, lo mismo que Nicágoras de Celea, que también fue tirano de su patria, según relata Batón en Sobre los tiranos de Éfeso [FGrH 268, fr. 2], Hegesandro cuenta así mismo [FHG IV, fr. 5, pág. 414] que a Asticreonte, después que lo curó, lo llamó Apolo. Y a otro de los que salvaron su vida gracias a él lo llevaba como acompañante vestido con el traje de Asclepio. El propio «Zeus», por su parte, iba de acá para allá cubierto de púrpura y con una corona de oro sobre la cabeza, sosteniendo un cetro y calzado con botas, entre su coro de dioses. Y en un mensaje al rey Filipo escribió así: «Zeus Menécrates a Filipo. Saludos. Tú reinas sobre Macedonia; yo, sobre la medicina. Tú puedes matar a personas sanas siempre que quieres; yo, en cambio, salvar a los enfermos, y hacer que vivan sin enfermedad hasta la vejez las personas robustas que siguen mis consejos. Por consiguiente, a ti te escoltan hombres de Macedonia, pero a mí, además, los que vivirán en el futuro. Pues yo, Zeus, les procuro vida». Como si de un enfermo atrabiliario se tratase, le respondía Filipo: «Filipo a Menécrates. Salud». De modo semejante mandaba también mensajes a Arquídamo el rey de los lacedemonios, y a todos con cuantos mantuvo correspondencia, sin prescindir del «Zeus». En una ocasión lo invitó a cenar Filipo junto con sus dioses particulares; los hizo recostarse a todos juntos en el triclinio central, dispuesto a gran altura y tal como conviene al culto religioso, y puso ante ellos una mesa, sobre la que había un altar y primicias de toda clase de frutos de la tierra. Y mientras a los demás se les servían las viandas, en honor a Menécrates y su séquito quemaban perfumes y ofrecían libaciones los esclavos. Y, finalmente, el nuevo Zeus, burlado junto con sus dioses súbditos, huyó del banquete, según cuenta Hegesandro. "



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