El caballero encantado (fragmento)Benito Pérez Galdós
El caballero encantado (fragmento)

"Gran burleta hicieron todos de lo que habían oído. Pero Gil no tomó a risa las irradiaciones de la encendida mente de Augusto. Ya se sentía herido del amor a lo sobrenatural, y llagado de la pasión de las cosas absurdas ó descomunales. A la mañana siguiente, sus ojos dieron en alterarle, si no la forma, el tamaño de los objetos. Al principio las personas cercanas se le ofrecían en su natural talla; pero las distantes se agigantaban hasta alcanzar estaturas de veinte ó más metros. Después, todos, él mismo, eran gigantes, y las ruinas de una extensión desmesurada que en los horizontes se perdía. Los pucheros rotos que extraían de la tierra eran como tinajas, y las ánforas llenaban con su abultado vientre un gran espacio. De estas alucinaciones tenía la culpa Becerro, que al verle salir para el trabajo y hablarle de la grandeza de aquel noble escenario, le dijo: “Aquí, Cipión, no hay nada pequeño… Todo es colosal. Yo encontré en los escombros de una casa celtíbera un alfiler que era del tamaño de las modernas espadas. No se ha determinado aún la talla de los numantinos, que era como la de una mediana torre„.
En el recogimiento de la noche, observó con gozo que los objetos recobraban el tamaño con que comúnmente los vemos. Durmió tranquilo, y al despertar, tuvo la grata sorpresa de ver entrar de rondón en el cuarto a Cíbico y su ardilla. Esta se subió a un alto armario, y el buhonero abrazó a su amigo diciéndole: “He tardado… he tenido que ir a Soria. Te traigo noticias de Pascualita. Sal y hablaremos. "



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