La religión, el mundo y el cuerpo (fragmento)Raimon Panikkar
La religión, el mundo y el cuerpo (fragmento)

"Más de una corriente filosófica acepta ya hoy día que el hombre no sólo tiene un cuerpo sino que es un cuerpo. El cuerpo no es un accidente humano, decía ya la escolástica más rancia, es la misma sustancia de la forma humana.
Sin entretenernos ya más en ello, pasemos a ver lo que esto tiene que decirnos respecto a la religión.
Viene a decirnos que el camino religioso, esto es, que la senda por la que el hombre transita sobre la tierra para encontrar el sentido de su vida, no puede prescindir del cuerpo. Si somos cuerpo, el sentido de nuestra existencia debe integrar el cuerpo en nuestra vida.
Muchas doctrinas religiosas excesivamente «espiritualistas» nos objetarán que este cuerpo es pasajero y mortal y que no debemos entretenernos en tales distracciones de «aquella vida de arriba», que es la vida verdadera. Para ser consecuentes habría que aceptar la doctrina jaina según la cual, no siendo esta vida corporal y mortal la vida real, es una cobardía no dejarse morir. El «muero porque no muero» acaso no justifique el suicidio activo, pero invita fuertemente a no sufrir por más tiempo el tormento de esta vida. La samlekhana del héroe jaina, esto es, la extinción voluntaria del cuerpo, sería entonces el fin de la vida terrenal: prepararse a abandonar el cuerpo y abandonarlo cuando uno está ya suficientemente preparado para hacerlo. Mientras tanto uno tendrá que pasar a través de las reencarnaciones sucesivas hasta alcanzar el nirvana final —o por las pruebas y purificaciones necesarias hasta poder llegar al cielo—.
La concepción de la instrumentalidad del cuerpo representaría un cierto compromiso. Debemos cultivar el cuerpo con el f n de que nos sirva para dar el salto mortal, pero solo en cuanto este sea servidor desinteresado, esclavo sumiso, y no en cuanto recabe derechos propios. El valor del cuerpo es exclusivamente funcional. Cualquier «gustillo» autónomo nos dará un complejo de culpa y de imperfección, que podremos aprovechar como fuente de humildad, nos dirá una cierta espiritualidad tanto cristiana como hindú, para sólo citar dos ejemplos. No es de extrañar que estas religiosidades presenten una faz poco feliz y muchas veces tétrica. Se consuelan con una esperanza de futuro mientras arrastramos nuestros pies por «este valle de lágrimas». El cuerpo es una carga pesada que hay que sobrellevar con paciencia. La plenitud de la vida es la vida exclusivamente «espiritual». También aquí hay una coherencia en las doctrinas e incluso una verosimilitud en las experiencias dolorosas de la humanidad, aunque no está claro por qué los sufrimientos de la condición humana deban achacarse sólo al cuerpo y no también al alma —para seguir con este lenguaje dualista—. Entiéndase bien, no pintamos la existencia humana de color de rosa ni negamos el dolor del mundo ni mucho menos descuidamos las injusticias y los sufrimientos de los hombres. Sólo decimos que pertenecen al hombre y que no debemos achacarlo todo al cuerpo. El hambre, por ejemplo, es dolor humano y no sólo una desnutrición fisiológica.
La visión dualista que defendemos no significa ni justifica el extremo opuesto de un libertinaje corporal, por así decir. Acaso la misma sabiduría de las palabras nos lo puede sugerir. Sabiduría significa saber saborear la Vida, pero sólo se puede «disfrutar» de algo si se es «frugal»; la «fruición» requiere el «usufructo». La posesión del «fruto» no le permite «fructificar». "



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