Un hombre afortunado (fragmento)John Berger
Un hombre afortunado (fragmento)

"La diferencia de énfasis es fundamentalmente histórica. En la época de Paracelso se creía que la enfermedad era el azote de Dios; y, sin embargo, se la aceptaba como una especie de aviso, porque era finita, mientras que el infierno era eterno. El sufrimiento era la condición de la vida terrenal: el único alivio verdadero estaba en la otra vida. En el arte medieval se da un contraste sorprendente entre la manera de describir a los animales y la manera de describir a los seres humanos. Los animales tienen la libertad de ser ellos mismos, a veces horrorosos, a veces hermosos. Los seres humanos parecen angustiados y contenidos. Los animales celebran el presente. Los humanos están todos esperando, esperando el juicio en el que se decidirá la naturaleza de su inmortalidad. A veces, parecería que algunos de los artistas envidiaran a los animales el hecho de ser mortales: la mortalidad suponía una liberación del sistema cerrado que reducía la vida aquí y ahora a una metáfora. La medicina era también metafórica. Cuando las autopsias revelaban, de hecho, la falsedad de las enseñanzas de Galeno, se consideraba que las pruebas obtenidas eran una excepción o un accidente y, por lo tanto, eran rechazadas. Tal era la fuerza de las metáforas del sistema, la imposibilidad, la irrelevancia, de cualquier ciencia médica. La medicina era una rama de la teología. No es de extrañar que Paracelso, quien provenía de ese sistema —que posteriormente pondría en tela de juicio en nombre de la observación independiente—, recurriera a veces a la superchería. En parte, para darse confianza, y en parte, para protegerse. "


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