Viaggio in Italia (fragmento)Guido Piovene
Viaggio in Italia (fragmento)

"La curiosidad del viajero -satisfecha con las maravillas renacentistas- es entretejida por la memoria de las vías provincianas, cuando transcurrían aquellas noches en los años en los que la soledad era todo un placer.
Es curioso para mí el hecho de llegar a Vicenza como un mero viajero y cronista. Éste es el lugar de mi nacimiento, aquí transcurrió gran parte de mi infancia y juventud. Lo cierto es que a esta ciudad le debo la mejor parte de mi obra. Nada más entrar a la ciudad, me sorprende la maravilla del Renacimiento italiano, especialmente el tardío, cuando la arquitectura sólo obedecía a las cuitas de la imaginación y el placer, y sin duda revestía su afán algo de quimérico, pero en ninguna otra parte se manifiesta como en Vicenza. No me refiero a casas de estilo gótico, algo que Vicenza tiene en común con las otras ciudades del Véneto. Mencionaré al Palladio y sus alumnos, el magnífico complejo conformado por arcos, pórticos y columnas. Vicenza no fue sede de grandes príncipes y dignidades; pasó de un dominio a otro, para por fin acomodarse a Venecia. Aquí no hubo Médicis ni Gonzaga ni Estensi. Podremos sin duda descubrir el secreto cuando un escritor histórico, y no sólo un erudito, nos muestra la historia del humanismo renacentista en esta localidad. Los arcos y las columnas fueron erigidos sin ninguna otra razón que la complacencia estética, la lunática fantasía de la cultura y por supuesto el orgullo señorial. En Inglaterra, en América, en Charlottesville, pude encontrarme con reflexiones tendentes a esta brillante y excelsa locura. La carencia de practicidad y funcionalidad, como se dice hoy en día, ha marcado la historia de la arquitectura mundial. Por consiguiente, podemos afirmar que el conocimiento del Palladio, la Basílica, la Loggia del Capitanio, la Rotonda, el Teatro Olímpico, el Palazzo Chiericati y todo lo demás supone la aprehensión de un conocimiento rayano en lo imperfecto. Tenemos que ver Vicenza. Una pequeña Roma, una invención escenográfica que se halla en un rincón del Véneto, a la vista de las montañas, de las veleidades efímeras y caprichosas de la cultura y de la vanidad patricia de un grupo de señores que ostentan un poder medio y cierto peso político. Meras vanidades. Son vanidosos. Y el Palladio concentra su genio en la fachada y la planta principal; detalles prácticos, tales como las escaleras, en ocasiones pasan desapercibidos como si fueran meras cualidades comunes. El material de la construcción es sumamente modesto. Una ciudad blanquinegra, con tonos de aguafuerte, en un país dibujado con suaves y luminiscentes tonalidades, rosáceas, donde el aire parece tender a una absoluta disolución. El encanto de Vicenza se sitúa exactamente en el contrapunto entre su exaltación neoclásica y el cromatismo veneciano, semioriental, que penetra por doquier todo su contorno. No, sin embargo, sin un cierto toque de rusticidad, algo muy propio de una tierra tan próxima a las montañas y de una sociedad pomposa pero sin ninguna mácula de avaricia. "



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