Mephisto (fragmento)Klaus Mann
Mephisto (fragmento)

"¡Esta es su carrera! El sueño se convierte en realidad. No hay más que saber soñar con la suficiente intensidad, piensa Hendrik, y del deseo surge la realidad. ¡Ah, es más fantástico de lo que nunca se hubiera atrevido a soñar! En todos los periódicos que ojea aparece su nombre, la experta Bernhard se ocupa de la publicidad, y ahora su nombre aparece escrito correctamente, en letras casi tan grandes como los nombres de las famosas estrellas cuya carrera seguía él, lleno de envidia, en la cantina del teatro de provincias. Una revista gráfica en primera página una foto de Hendrik. ¿Qué cara pondrá Kroge cuando la vea? ¿Y la viuda del cónsul Monkeberg? ¿Y el consejero Bruckner? Todos los que se mostraban escépticos con respeto a Hofgen seguirán ahora respetuosos su carrera, que asciende en una curva tan empinada que produce vértigo.
Al final de la temporada 1929-30 Hofgen está sin comparación mucho más arriba que al principio. Todo le sale bien, cada intento se convierte en un triunfo. En los teatros del Maestro tiene casi más influencia que el propio jefe, quien, por cierto, no pasa mucho tiempo en Berlín, sino mayormente en Londres, Hollywood o Viena. Hofgen domina al señor Katz y a la señorita Bernhard; desde hace mucho tiempo consigue de ellos lo que quiere, como antes lo conseguía de Schmitz y de Hedda. Hofgen decide qué obras se aceptarán, cuáles serán rechazadas, y junto con la Bernhard reparte los papeles a los actores. Lo adulan los autores que quieren ver sus obras en escena, lo adulan los actores que quieren trabajar, lo adula también la sociedad, o el montón de ricos snobs que se hacen llamar así. Es el hombre del momento.
Todo es de nuevo como había sido en Hamburgo, aunque con más estilo, en otras dimensiones. Dieciséis horas de trabajo al día, y en algunos intervalos interesantes crisis nerviosas. En el elegante club nocturno Zum Wilden Reiter, donde Hendrik reúne a sus admiradores entre la una y las tres de la mañana, cae de la alta banqueta junto a la barra con el vaso de coctel en la mano: es un ligero desvanecimiento, nada importante, para obligar a todas las damas a gritar; la señorita Bernhard está a mano con un frasco de sales, siempre hay en las cercanías alguna persona leal cuando a Hofgen le dan sus ataques. Estas pequeñas crisis de nervios se las permite muy a menudo, y le dan de muy diversas maneras: desde el suave temblor o el tranquilo desvanecimiento hasta los gritos acompañados de fuertes convulsiones. Le sientan bien, le refrescan como baños curativos y le procuran nuevas fuerzas para continuar su existencia pretensiosa, agotadora, llena de placeres. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com