Mirèio (fragmento)Frédéric Mistral
Mirèio (fragmento)

"Esto decía Vincèn, clavando sus ojos turbados en su anciano padre. El mistral, poderoso encorvador de los altos álamos, unía sus aullidos a la voz del joven.
Delante de su cabaña del Ródano, grande como una cáscara de nuez, el anciano estaba sentado al abrigo del viento en un tronco de árbol y descortezaba mimbres.
El Ródano, irritado por el viento, hacía correr, como un rebaño de vacas, sus olas alteradas hacia el mar. Pero aquí, joven, acurrucado ante la puerta, con sus manos diestras y entre los tallos de mimbres que daban sombra y abrigo, se formaba, lejos de las olas, una balsa de agua azulada que la brisa apenas rizaba.
A lo largo de la orilla, los castores roían la amarga corteza de los sauces, y allá abajo, a través del cristal transparente del agua, se divisaban las nutrias oscuras que vagaban por las profundidades azules pescando peces, unos hermosos peces plateados.
Expuestos al continuo balanceo del viento mecedor, los pendulinos habían suspendido sus nidos a lo largo del río, y sus pequeños nidos blancos, tejidos como una suave ropa con la borra que el pájaro saca de los álamos cuando están en flor, se agitaban en las cañas y en las ramas del aliso.
Una niña, rosa como una tortada, extendía sobre una higuera los dobleces mojados de agua de una amplia red de pescador. Los animales de la orilla, los pendulinos de los mimbres, no se asustaban más de verla que de los juncos balanceantes. "



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