Muerte de un apicultor (fragmento)Lars Gustafsson
Muerte de un apicultor (fragmento)

"La luz del sol no había descendido aún hasta la garganta. Un pájaro me despertó con su voz clara y penetrante. El frío cortaba. Me salí del saco de dormir, encontré mis zapatos en la obscuridad y me liberé como pude del mosquitero. Justo al mismo tiempo penetraban los primeros rayos del sol, agudos como punzones, hasta las cimas orientales. Entrecerré los ojos para mirar hacia los perfiles pesados e imponentes de Casa Grande. La increíble luz que avanzaba ahora hacia la cima dio a la cerrada e inabarcable ladera de la montaña el aspecto de una sombría fortaleza de dimensiones superiores a las que levanta el hombre, una obra defensiva para ángeles o demonios que se ha visto abandonada por toda su guarnición.
Cuando la luz hubo llegado un poco más arriba se reflejaron sus rayos contra la metálica ladera occidental, cuyas columnas solitarias y enhiestas, cortadas en arenisca, se transformaron en un panorama de órganos, en una fachada barroca de órganos, en todo un órgano de luz. Todo se concertaba en los tonos rojos de la roca.
A la vocecita clara del pájaro posado en la mata de cactus ásperos y toscos junto al sendero de herradura se unió ahora un coro de extrañas voces aladas: los graznidos sardónicos de los grandes cuervos negros dominaban el concierto, pero dos enormes buitres se cernían sin ruido alguno sobre la garganta.
(…)
Nunca había comprendido hasta ahora que toda la posibilidad de sentirnos, experimentarnos a nosotros mismos como algo compacto y ordenado, como un yo humano, está relacionada con la existencia de una posibilidad de futuro. La idea entera del yo descansa sobre la certidumbre de que también habrá mañana. En el universo nadie está en su casa. "



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