La casa de la Fama (fragmento)Ramón Ledesma Miranda
La casa de la Fama (fragmento)

"Verdad que hasta entonces Encamación y Adelaida sólo habían aceptado platónicos homenajes de amigos o de galanteadores sin esperanza; pero ¿acaso algún Antonio Luis, el mozo más arrogante y mejor plantado de la vega de Gádor, se había dirigido a ellas? Quedaba un conflicto a resolver: ¿a cuál de las dos elegiría? Mucha era la jactancia de Antonio Luis; mas había que elegir entre las dos, pues no iba a ser correspondido por ambas. Resolvió la dificultad dirigiéndose a aquella a la que primero vislumbrase separada de su hermana. En conclusión: una tarde que bajaba a la capital, jinete en su yegua torda, entrevió a la reja, en la calle pina de los nopales y las murallas, la figura de Adelaida. Pronto la señora de Calahonda se dio por enterada de que un galán había llegado a interesar el corazón de Adelaida. Discreteaba de ello con su hija Encamación y con el señor capellán, aunque cuidándose mucho de no informar de nada a don Indalecio.
-Es el hijo de la viuda de Rojas. ¡Un buen partido para Adelaida!
El pobre diablo amaba con exuberancia y agudeza, con esa pasión de las tierras de sol en las almas rurales que pone una venda en los ojos y una estopa ardiendo en el corazón. Ella se dejaba adorar como los girasoles por la luz o como las rosas se bañan de rocío. Le parecía natural que la amasen.
Juzgaba airoso hacer su boda un día con un muchacho guapo y de fortuna. Si habíase mostrado esquiva a todos menos a éste, era porque, a la sazón, empezaba a aburrirle el desaire a los adoradores y, porque, en suma, era Antonio Luis un guapo mozo.
No obstante, Adelaida sólo sabía hacerse amar con aquellos dones que la naturaleza había derramado sobre ella. Al cabo de unas semanas de noviazgo, Antonio Luis, inquieto y desesperado con la pasividad de Adelaida, le cercaba a celosas preguntas, viendo asechanzas y peligros por todas partes.
-No iras al baile del casino.
-Iré contigo si tú vienes
Antonio transigía de mal talante. Le parecía arriesgado exhibir aquella belleza oficial en un lugar público... Se la quitarían de las manos.
-Más tarde o más temprano -decía con un acento lúgubre- habré de matar a alguien. Así iba transcurriendo aquel idilio semirrural entre Antonio Luis y Adelaida, cuando un nuevo acontecimiento vino a conmover los ánimos de la familia: la llegada a bordo de un navío de Esmina consignado a la Fama, de un extraño sujeto. "



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