Los Oberlé (fragmento)René Bazin
Los Oberlé (fragmento)

"El campesino se quitó la gorra, y se quedó con ella bajo el brazo, sin decir palabra.
Las campanas repicaban en menor número. Ya no se oían las de Obernai, ni las de San Nabor, ni otras que habían creído reconocer. Y parecían luces que se fueran apagando.
La noche llegaba.
Juan Oberlé vio que las dos mujeres estaban a, punto de llorar, y que todos callaban.
-Señor abate -dijo,- mientras las campanas tocan todavía la Resurrección, ¿no quiere usted hacer una oración por
Alsacia?
-¡Muy bien, joven! -dijo el campesino- ¡muy bien! ¡Tú eres del país!
Al mismo tiempo, la cara pesada y fatigada del sacerdote se renovó. Algo roto sonó en el temblor de su voz: una antiquísima pesadumbre, joven todavía, habló por sus labios y mientras todos miraban como él a Estrasburgo, la ciudad que iba borrando la noche, dijo:
-¡Dios mío! he aquí que, desde vuestra Santa Odilia, vemos casi toda la tierra amada, nuestras ciudades, nuestras aldeas, nuestros campos. Pero no está toda aquí, y al otro lado de las montañas, la tierra era nuestra también. Habéis permitido que quedáramos separados. Mi corazón se parte al pensar en ello, porque del otro lado de las montañas, la nación que amamos, es la que amáis todavía. Es la más antigua de las naciones cristianas, es la más próxima a la amenidad divina. Tiene más ángeles, en su cielo, porque tiene más iglesias y capillas, más tumbas santas que defender, más sagradas cenizas mezcladas a sus matorrales, a sus hierbas, a las aguas que la penetran y la sustentan. ¡Dios mío! hemos sufrido en nuestros cuerpos, en nuestros bienes; todavía sufrimos en nuestros recuerdos. ¡Haced, sin embargo, durar nuestros recuerdos, y que Francia no nos olvide tampoco! ¡Haced que sea la más digna de dirigir las naciones! Devolvedle la hermana perdida, que puede volver también. "



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