La fortuna de Roaring Camp (fragmento)Bret Harte
La fortuna de Roaring Camp (fragmento)

"Quizá la elección era correcta. Stumpy, en otras latitudes, había sido el padre putativo de dos familias; de hecho, se debía a alguna informalidad legal sobre este aspecto el que Roaring Camp —un lugar de refugiados— gozara de su compañía. La gente aprobó la elección, y Stumpy fue lo bastante juicioso como para inclinarse ante la mayoría. La puerta se cerró tras el extemporáneo cirujano y comadrona, y el resto de Roaring Camp se sentó fuera, fumó su pipa y aguardó el resultado.
El conjunto sumaba como un centenar de hombres. Uno o dos de ellos eran realmente fugitivos de la justicia, algunos eran criminales, y todos eran temerarios. Físicamente, no mostraban ningún indicio de su vida pasada y de su carácter. El mayor de aquellos bribones tenía un rostro rafaelesco con abundancia de pelo rubio; Oakhurst, un jugador, tenía el aire melancólico y la abstracción intelectual de un Hamlet; el hombre más frío y valeroso tenía escasamente metro sesenta de estatura, con una voz suave y unos modales azarados y tímidos. El término «rudos» aplicado a ellos era una distinción más que una definición. Quizá en detalles menores como dedos, orejas, etc., el campamento fuera deficiente, pero estas ligeras omisiones no restaban nada a su fuerza conjunta. El hombre más fuerte sólo tenía tres dedos en su mano derecha; el mejor tirador era tuerto.
Éste era el aspecto físico de los hombres que estaban dispersos alrededor de la cabaña. El campamento estaba asentado en un valle triangular, entre dos colinas y un río. El único acceso era un empinado sendero por encima de una colina que miraba frente a la cabaña, ahora iluminada por la luna creciente. En medio de sus sufrimientos, la mujer podía verlo desde el tosco camastro donde estaba tendida, enroscado como un hilo de plata hasta perderse en las estrellas de arriba.
Un fuego de ramas de pino añadía sociabilidad a la reunión. Poco a poco, la ligereza natural de Roaring Camp regresaba. Se hacían de forma natural apuestas relativas al resultado. Tres a cinco a que «Sal saldrá de ésta»; incluso a que el niño sobreviviría; apuestas secundarias respecto al sexo y carácter del forastero que vendría. En medio de una excitada discusión brotó una exclamación de aquellos más cercanos a la puerta, y el campamento se detuvo para escuchar. Por encima del oscilar y el gemir de los pinos, el rápido murmurar del río y el crujir del fuego, brotó un seco y quejumbroso grito, un grito como nunca se había oído antes en el campamento. Los pinos dejaron de gemir, el río dejó de murmurar, el fuego de crujir. Parecía como si la naturaleza se hubiera detenido para escuchar también.
¡El campamento se puso en pie como un solo hombre! Se propuso hacer estallar un barrilito de pólvora, pero, en consideración a la situación de la madre, prevaleció la discreción, y sólo se dispararon algunos revólveres; porque, ya fuera debido a la rudimentaria cirugía que había en el campamento, o a alguna otra razón, la población de Cherokee Sal estaba yéndose a pique rápidamente. Al cabo de una hora, ella había ascendido, por decirlo así, por aquel escabroso camino que conducía a las estrellas, y habían abandonado para siempre Roaring Camp, el pecado y la vergüenza. No creo que el anuncio les alterara mucho, excepto en las especulaciones respecto al destino del niño. «¿Vivirá ahora?», le preguntaron a Stumpy. La respuesta fue dubitativa. El único otro ser del mismo sexo y condición maternal de Cherokee era una burra. Hubo algunas conjeturas respecto a su conveniencia, pero se probó el experimento. Era menos problemático que el antiguo tratamiento de Rómulo y Remo, y al parecer tuvo el mismo éxito.
Cuando quedaron completados estos detalles, que agotaron otra hora, se abrió la puerta, y una ansiosa multitud de hombres que habían formado ya una cola entraron en fila india. Al lado del bajo camastro, en el cual se silueteaba la figura de la madre bajo las mantas, había una mesa de pino. Se colocó en ella una caja de velas, y en su interior, envuelto en franela roja, estaba el último recién llegado a Roaring Camp. Al lado de la caja de velas había un sombrero. Su utilidad quedó pronto claramente indicada. "



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