Vathek (fragmento)William Beckford
Vathek (fragmento)

"El día que precedió a la partida de aquel príncipe insensato, Carathis creyó prudente renovarle sus consejos. No cesaba de repetir los decretos del pergamino misterioso, que había aprendido de memoria, y recomendarle, sobre todo, que no entrara durante el viaje en casa alguna. Ya sé, le decía, que te gustan los bue­nos platos y las muchachas; pero conténtate con tus antiguos cocineros, que son los mejores del mundo, y recuerda que en tu serrallo ambulante hay, por lo menos, tres docenas de hermosos rostros a los que Bababalouk no ha levantado todavía el velo. Si mi presencia no fuera necesaria aquí, yo misma vigilaría tu conducta, me apetecería mucho ver el palacio subterráneo, lleno de objetos interesantes para gente de nuestra condición; nada me complace más que las cavernas; tengo un gusto decidi­do por los cadáveres y las momias, y apuesto a que encontrarás la quintaesencia de este género. No me olvides, pues, en cuanto estés en posesión de los talismanes que deben darte la realeza de los metales perfectos y abrirte el centro de la tierra, no dejes de enviarme algún genio de confianza para que venga a recoger­me con mi gabinete. El aceite de las serpientes, a las que he pellizcado hasta la muerte, será un hermoso presente para nuestro Giaour, que debe apreciar este tipo de golosinas.
Cuando Carathis hubo terminado tan hermoso discurso, el sol se ocultó tras la mon­taña de las cuatro fuentes y dejó paso a la luna. El astro, entonces en todo su esplendor, cobraba una belleza y una circunferencia ex­traordinarias a los ojos de las mujeres, de los eunucos y los pajes que ardían en deseos de partir. La ciudad hervía de gritos gozosos y fanfarrias. Sólo se veían plumas flotando en todos los pabellones y penachos brillando a la dulce claridad de la luna. La gran plaza pa­recía un arriate esmaltado de los más bellos tulipanes de Oriente. "



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