El narcisista (fragmento)Beryl Bainbridge
El narcisista (fragmento)

"Ann sonreía, se inclinaba y estrechaba manos. La risa de su madre, aguda y al borde de la histeria, saltaba y se estremecía por los ámbitos del salón. El capitán Walton, olvidado por todos, golpeaba el piso con los pies para calentárselos. Los ojos parpadearon varias veces y los labios se le pusieron azulados. Se abrieron los cortinados y la escuela de ballet local, vestida de verde y de blanco, bailó con precisión. La primera dama, vestida de Robinson Crusoe, se ubicó junto a un árbol de cartón y cantó «Un día llegará mi barco». El organista de la iglesia, Arnold Mason, tocó «El hombre Viernes». Mientras tocaba, sus ojos giraban en forma cómica y saltaba como un perro en el escenario. Cada vez que abría la boca para hablar, Mrs. Walton contenía el aliento de expectativa y le hundía un codo a Ann en las costillas. Siempre era ella quien iniciaba las carcajadas y los aplausos.
Durante el intervalo todo el mundo estuvo de acuerdo en que Arnold Mason era comiquísimo. Le habría agradado mucho a Ann mostrarse cordial, alternar más. Cuando sus padres se radicaron en Brighton había estado pupila. No tenía raíces ni continuidad. No conocía a ninguna de las parejas jóvenes tomadas del brazo en las filas del fondo, unidas por las actividades de la iglesia y por los torneos de tenis. Sonrió hasta que empezaron a dolerle las mandíbulas. Y ahora que estaba allí, con su madre que era el alma de la fiesta, se preguntó por qué había venido, por qué dejó a William en Londres para que pasara solo la Navidad. Tal vez había viajado por ver a su padre. En la oscuridad pasó un brazo por debajo del de él. Su padre se agitó en la silla. Al cabo de unos minutos tuvo un acceso de tos y retiró el brazo para sacar un pañuelo. Cuando se recobró se cruzó de brazos. "



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