El último septiembre (fragmento)Elizabeth Bowen
El último septiembre (fragmento)

"David que no dejaba de hacer crujir su silla y luego la orquesta, no tengo ni idea de lo que ha podido entender de todo lo que yo decía.
»De todos modos, pensamos que lo mejor era comprar un anillo, aunque no pueda llevarlo. David parecía completamente perdido y tuve que ayudarle a atravesar la calle. Yo también me sentía extraña. Ya sabes, ni él ni yo hemos estado nunca prometidos, aunque ya he tenido dos proposiciones. Y luego me dijo que debía volver al cuartel, así que me ayudó a subir al tranvía para ir al dentista. Enseguida me di cuenta de que me había equivocado de tranvía, pero no tuve el valor de bajarme hasta que hubo doblado la esquina, después de todas las molestias que se había tomado el pobre chico. Pero el tranvía salió disparado como una flecha y me bajé cerca de la catedral, así que tuve que tomar un coche que me costó muy caro. Llegué tarde al dentista, que me sacó dos dientes.
Como en un sueño, según ella, Livvy había vagado por las calles mojadas del barrio residencial de Cork. Como en un sueño, se había acomodado en un tren, con las encías sangrantes. Abrió la boca para mostrar los dos agujeros que le había dejado el dentista, como si fueran heridas de amor, y Lois los examinó solemnemente. ¿Se habían dado un beso? No, no habían tenido ocasión. Podrían haber tomado un coche, pero Livvy no consideraba conveniente subirse a uno con un hombre, ya que eso encendía las pasiones masculinas. Lois declaró que en su opinión el olor de los coches bastaba para dar asco a cualquiera y Livvy añadió que, en este caso, un coche era un derroche de dinero. "



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