Flor de santidad (fragmento)Ramón María del Valle-Inclán
Flor de santidad (fragmento)

"Suspirosa llamó al mastín, y acudió á reunir el hato esparcido por todo el campo de San Clodio. Un cordero balaba encaramado sobre el muro del atrio, sin atreverse á descender. Adega le tomó en brazos, y acariciándole fué á sentarse un momento bajo los cipreses. El cordero, con movimientos llenos de gracia, ofrecía á los dedos de la pastora el picaresco testuz marcado con una estrella blanca: Cuando perdió toda zozobra, huyó haciendo corcovos. Adega alzó la rueca del césped y continuó el hilado.
Allá en la lejanía, por la falda del monte, bajaban esparcidos algunos rebaños que tenían el aprisco distante y se recogían los primeros. Oíase en la quietud apacible de la tarde el tañido de las esquilas y las voces con que los zagales guiaban. Adega arreó sus ovejas, y antes de salir al camino las llevó á que bebiesen en la fuente del atrio. Bajo los húmedos laureles, la tarde era azul y triste como el alma de una santa princesa. Las palomas familiares venían á posarse en los cipreses venerables, y el estremecimiento del negro follaje al recibirlas uníase al murmullo de la fuente milagrosa cercada de laureles, donde una mendiga sabia y curandera ponía á serenar el hinojo tierno con la malva de olor. Y el sonoro cántaro cantaba desbordando con alegría campestre bajo la verdeante teja de corcho que aprisionaba y conducía el agua. Las ovejas bebían con las cabezas juntas, apretándose en torno del brocal cubierto de musgo. Al terminar se alejaban hilando agua del hocico y haciendo sonar las esquilas. Sólo un cordero no se acercó á la fuente: Arrodillado al pie de los laureles, quejábase con moribundo balido, y la pastora, con los ojos fijos en el sendero por donde se alejó el peregrino, lloraba cándidamente. ¡Lloraba porque veía cómo las culpas de los amos eran castigadas en el rebaño por Dios Nuestro Señor!"



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