Caracol Beach (fragmento)Eliseo Alberto
Caracol Beach (fragmento)

"El soldado barrió el tablero de los rones de Jamaica con un manotazo y apenas necesitó una embestida de hombros para derribar la repisa de los utensilios de cocina, arrastrando con el impulso a la esposada Laura. Estaba eufórico, embriagado por la lujuria de la violencia. Y además cantaba: «¡Zun zun zun, zun zundambaé! ¡Zun zun zun, zun zundambaé, pájaro lindo de la madrugada!». Cuando el joven de la licorería acudió en defensa del negocio, el soldado lo tomó por la solapa y lo aplastó contra las neveras de la pescadería. Luego fue hasta la puerta de salida tumbando estantes a diestra y a siniestra, siempre con Laura a remolque, y en un santiamén desbancó la caja contadora. Ya afuera aventó los billetes y las monedas como si fueran confeti, para demostrar que el dinero era una reverenda porquería y que el hecho de delinquir, por el simple goce del delito, era el único y auténtico placer que valía la pena en esta vida. El veterano había alcanzado la plenitud de su locura. Esposado a Laura y con la antorcha de la pistola en la mano derecha, el sujeto que decía ser el teniente Lázaro Samá comenzó a caminar de un extremo a otro del estacionamiento. Martin aprovechó para limpiar el cristal de sus lentes. De pronto el soldado marchaba con estampa de cadete, acorde a normas de un batallón de ceremonias en un desfile; de pronto se paraba en posición de firme, giraba sobre su eje y volvía moviendo los hombros al paso de una rumba imaginaria; hasta que por fin se detuvo frente a los muchachos y esgrimió una mirada de fuego. Tom agarró la mano libre de Laura, en gesto que de alguna manera quería decir «estoy contigo». Martin tuvo la impresión de ser observado a través de un catalejo invertido que por un elemental juego de lentes distorsiona la distancia y empequeñece el objetivo a su mínima expresión. El loco iba a someterlos a una última prueba. Eso haría. Percibieron el peligro en el aire de la madrugada, que en ese momento se animó a soplar desde el este. El soldado se llevó la pistola a la boca para lamer el frío caramelo del cañón. Reía entre dientes. "


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