Amor y dinero (fragmento)Erskine Caldwell
Amor y dinero (fragmento)

"Mediada la tarde salí de la casa y me dirigí a la playa a bañarme. Era el día de salida de la señora Orrhad, y, aunque me había dicho que tendría mucho gusto en quedarse para prepararme la cena, ya que sabía que pensaba marcharme a los pocos días, insistí en que fuera a Houston a visitar a su hermana, tal como lo había planeado. La señora Orrhad abandonó la casa poco después del desayuno, y me dijo que su hermana la traería de regreso en su automóvil, a la mañana siguiente temprano. Previendo que no tuviera ganas de ir a comer fuera me dejó abundantes provisiones, incluso carne asada para comer fría.
Cuando llegué a la playa permanecí por un rato al borde del agua, observando el lento pasar de las grandes barcazas, cargueros y barcos petroleros frente a la isla. Diseminados, pequeños grupos de bañistas tomaban el sol en la arena y chapoteaban cerca de la orilla.
Ocasionalmente una fresca brisa que venía del mar festoneaba de blanca espuma las crestas de las azules olas. Muy lejos, y a una gran altura sobre el horizonte, negras nubes tormentosas se deslizaban por el cielo, y uno por uno los pequeños botes pesqueros, seguidos por veintenas de gaviotas, dejaban el mar abierto y se escurrían por la estrecha entrada a la bahía, donde atracaban y aseguraban bien las amarras para pasar la noche.
Después de nadar una media hora me acosté sobre la arena para leer algunas de las revistas que había llevado con tal propósito. A causa del tiempo amenazador muchas de las personas que estaban en la playa se marcharon, quedando solamente unas cuantas. Todavía hacía sol y la temperatura estaba muy agradable, y en la quietud del atardecer me fui adormeciendo, hasta quedar dormido por completo después de sólo haber leído unas cuantas páginas de una de las revistas.
Poco antes de la puesta del sol desperté. No sabía cuánto tiempo hacía que dormía, pero de lo primero que me di cuenta fue del distante ruido del trueno, que venía del golfo. Sin embargo pronto noté que no era el ruido del trueno lo que me había despertado. Alguien me había cogido el brazo y me sacudía con gran persistencia. Abrí los ojos.
Inclinada sobre mí se hallaba una joven muy atractiva a quien nunca había visto. Era alta, vivaracha, y llevaba un vestido sin mangas, muy ligero y muy favorecedor. Su única joya consistía en un ancho brazalete de plata, y su rostro era alegre y animado. Me quedé mirándola, sin poder dar crédito a mis ojos. Como no era ni Tess, ni Connie, no tenía la menor idea de quién era ni de por qué estaba allí. "



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