De en medio del tiempo (fragmento)Josep Fontana
De en medio del tiempo (fragmento)

"En París, en aquellos momentos, no había a quien dirigir estas propuestas. Los diputados se habían reunido en casa de Laffitte —la de Perier estaba en medio de los combates y resultaba peligroso ir a ella—, donde al mediodía se presentó La Fayette, a quien dio apoyo de inmediato el general Gérard, manifestando que, a petición de sus conciudadanos, iba a ponerse al frente de la guardia nacional de la ciudad; se decidió entonces crear una «comisión municipal» encargada de ocuparse de regir la capital «en ausencia de cualquier gobierno» y La Fayette fue a instalarse en el Ayuntamiento. Dos regimientos se habían pasado ya a la oposición, y habían ido a ofrecerse a Laffitte, mientras los defensores del Louvre y las Tullerías iniciaban una retirada que pronto se convertiría en huida. Una guardia improvisada protegía los tesoros del Louvre, mientras que el palacio de las Tullerías fue asaltado y se le colocó una bandera tricolor. Tanto aquí como en el palacio del arzobispo y en el de justicia hubo más destrucción, lanzando al río libros, pergaminos, ropa y muebles, que saqueo. En las Tullerías se destruyeron muebles y pinturas y se puso un cadáver en el trono de Carlos X.
Los enviados de Saint-Cloud intentaron comunicar las concesiones del rey, sin saber muy bien a quién, puesto que no había ningún tipo de gobierno provisional establecido y el único poder organizado era la comisión municipal. Mientras tanto el nuevo primer ministro designado tuvo que esperar toda la noche en Saint-Cloud, donde el rey y el delfín volvían a sus habituales partidas de cartas y de ajedrez, esperando el regreso de los hombres que habían enviado a París antes de decidir definitivamente los poderes que se le darían a Mortemart, lo que no se hizo hasta que a las cinco de la mañana del viernes 30 de julio, el propio ministro hizo despertar al rey para forzarlo a que le diera los poderes y las garantías necesarios.
Si el día anterior había alguna posibilidad de llegar a un acuerdo, esta esperanza se había desvanecido ahora del todo. El nuevo primer ministro tuvo que entrar a pie y con dificultades en la ciudad por un agujero de la muralla y, cansado, embarrado y enfermo, buscó con quien dialogar. Ningún periódico quiso publicar las nuevas disposiciones de Carlos X y su enviado fue recibido con la respuesta de que era ya demasiado tarde. "



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