El festin de la condesa Kotkubaj (fragmento)Witold Gombrowicz
El festin de la condesa Kotkubaj (fragmento)

"Es inútil que explique demasiado esas silenciosas tentaciones; ese oculto y morboso coqueteo había sacudido todo lo que en mí se asía al elemento racional. He aludido vagamente al «secreto» de la aristocracia, al misterio de su buen gusto, a ese misterio que no será capaz de penetrar quien no forme parte de los elegidos, ni siquiera reconociendo —como pedía Schopenhauer— los trescientos principios del savoir-vivre. Por un instante me dejé transportar por la esperanza de que, una vez revelado el misterio, también sería admitido en su círculo, podría desencadenarme, decir «enloquecedor» y «fantástico» igual que ellos… Pero… ¿por qué no admitirlo abiertamente?… Además de todas las otras consideraciones, el miedo y el terror de ser abofeteado paralizaban por completo mi deseo de conocimientos más profundos. Con la aristocracia uno jamás puede estar seguro, hay que proceder con una prudencia mayor que la que se recomienda a quien debe tratar a un cachorro de leopardo. En cierta ocasión, la princesa X le preguntó a un tipo de la alta burguesía el nombre de soltera de su madre; aquél, envalentonado por la aparente libertad que reinaba en el salón y por la tolerancia con que habían sido acogidas sus bromas anteriores, convencido de que podía permitírselo todo, respondió: «Sin agraviar a los presentes, tenía el nombre campesino de Piedzik»… Aquel «sin agraviar a los presentes» fue más que suficiente, se le consideró de una vulgaridad sin límites y a nuestro personaje le indicaron la puerta de salida.
«Felipe…» reflexionaba yo prudentemente, «sin embargo, Felipe había jurado…». ¡Pero un cocinero no es sino un cocinero! Un cocinero es un cocinero; una coliflor, una coliflor; una condesa, una condesa… ¡Sobre todo no hay que olvidar nunca este último hecho! Precisamente éste: ¡una condesa es una condesa, un barón es un barón, y las rachas de viento y de lluvia allí afuera… viento y lluvia!; las manitas infantiles y la espalda marcada por las huellas del cinturón paterno bajo la cortante lluvia son manitas infantiles y una espalda llagada… ¡de modo que la condesa es una condesa, no me cabe duda! Una condesa es siempre una condesa y tengamos cuidado en no buscarnos dificultades.
Advertí que perseveraban en la más completa y casi paralizante pasividad; luego comenzaron a revolotear en torno a mí, primero casualmente, después, cada vez más de cerca, más directamente, para demostrarme sin términos medios que habían decidido continuar divirtiéndose. "



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