Las sirenas de Titán (fragmento)Kurt Vonnegut
Las sirenas de Titán (fragmento)

"El primer centenar de naves marcianas fue reunido por los agentes de Moncrief en depósitos secretos situados en la Tierra.
Esas naves estaban cargadas de la VULLS que Rumfoord había dado a Moncrief en Newport. Fueron puestas en funciones de inmediato, lanzando las primeras máquinas y los primeros reclutas a la llanura de hierro de Marte donde se levantaría la ciudad de Febe. Cuando se levantó Febe, cada rueda giraba por obra de la VULLS de Salo.
La intención de Rumfoord era que Marte perdiera la guerra, y la perdiera de un modo estúpido y horrible. Como vidente del futuro, Rumfoord sabía con seguridad que así sería, y estaba contento.
Deseaba cambiar el Mundo para mejor por medio del grande e inolvidable suicidio de Marte.
Como dice en su Breve Historia de Marte: «El hombre que quiera cambiar el Mundo de una manera significativa debe tener sentido del espectáculo, una buena voluntad generosa para derramar la sangre ajena y una nueva religión plausible que introducir durante el breve período de arrepentimiento y horror que suele seguir al derramamiento de sangre.»
«Se ha comprobado que todo fracaso en la dirección de la Tierra se debió a una falta en el dirigente, de por lo menos una de estas tres cosas», dice Rumfoord.
«Basta de fiascos de dirección en los que mueren millones por poco menos que nada. Por una vez, que haya unos pocos magníficamente dirigidos que mueran por muchos».
Rumfoord tenía esos pocos magníficamente dirigidos en Marte, y él era el dirigente. Tenía sentido del espectáculo. Estaba generosamente dispuesto a derramar la sangre de los demás.
Tenía una nueva religión plausible que introducir al final de la guerra.
Y poseía métodos para prolongar el período de arrepentimiento y horror que seguiría a la guerra. Dichos métodos eran variaciones sobre un tema: Que la gloriosa victoria de la Tierra sobre Marte había sido una grosera carnicería de santos desarmados, santos que habían declarado una débil guerra a la Tierra para unir a los pueblos de ese planeta en una monolítica Hermandad del Hombre.
La mujer llamada Bee y su hijo, Crono, estaban en la última tanda de naves marcianas que se acercaron a la Tierra. Se trataba en realidad de una minúscula tanda compuesta de sólo cuarenta y seis naves.
El resto de la flota había quedado destruido. "



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