La primera vez que me vi (fragmento) de Andamos huyendo LolaElena Garro
La primera vez que me vi (fragmento) de Andamos huyendo Lola

"Era un paisaje solo, apartado del mundo, con caminos bordeados de vallas de rosas blancas, el cielo alto y cruzado por gaviotas, atrás de las rosas se alzaban hileras de acacias que sembraban de pétalos perfumados los senderos que llevaban a la cabaña de madera. En mi búsqueda, me crucé con el silencio y con conejos de rabos cortos y orejas alertas, también hallé a un gato salvaje, que corrió a esconderse en una cochera en ruinas. Quise verlo de cerca y me fui derechito hasta el montón de maderas podridas cubiertas por la madreselva y desde allí descubrí los faros amarillos de sus ojos chisporroteantes. Juzgué prudente alejarme, cuando el animal me dio a entender: «La viuda y la huerfanita me alimentan». Ya andaba yo muy cerca de las hortensias gigantes que tapan la entrada de la cabaña. ¡Nunca creí que tales flores pudieran ser tan grandes ni de reflejos tan color de rosa! En alguna ocasión, cuando don Victoriano Huerta ordenaba sus fusilatas, lo vi caminar a zancadas por el salón de Palacio. Andaba enojado, arreglando las muertes de algunos disconformes y había junto a uno de los balcones un ramo grande de hortensias, que le habían mandado junto con una notita pidiendo gracia para el fusilado. Y digo fusilado, porque ya estaba muerto, aunque todavía no se había dicho y era secreto de Estado. Yo me dije: «¡Caray, tanta flor de tan buen porte en un lugar tan equivocado!». Don Victoriano llamó a un asistente: «¡Llévate esta pendejada!», le dijo. Y el asistente se llevó el ramo. Yo hubiera deseado que lo llevara a los llanos de Tacubaya para adornar la sangre fresquecita del ajusticiado, pero me parece que no fue así y por prudencia no indagué a dónde fue a parar el dicho ramo. En Palacio hay muchos espejos y me vi adentro de ellos, decir que me puse verde, es un decir. Aquel susto recordado no me apartó de la sorpresa que me llevé al ver los colores y el tamaño de las hortensias que tapaban la puerta de la cabaña de la viuda.
En ese lugar apartado del mundo había mucho silencio, demasiado silencio y no me gusta que no haya ningún ruido. Era de noche. Vi que estaba encendida la luz de la cocina, la puerta estaba abierta y en el quicio y sentada en el suelo, la viuda acompañada de la huerfanita, que iba descalza. "



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