Ensalada de pollos (fragmento)José Tomás de Cuéllar
Ensalada de pollos (fragmento)

"Pío Blanco, pobre, solía tener mesura y encogimiento; pero Pío con guantes, dio suelta a su lengua, pareciéndole que ya no tenía por qué callar. Los libros fueron para él un abismo de letras donde no osaba penetrar jamás su perezosa imaginación: en cuanto a religión, apenas dijo al acaso «soy liberal», se creyó dispensado de tener creencias, se avergonzó de haber oído misa alguna vez, y, para sancionar este acto de debilidad de su catolicismo, aprendió de memoria algunas frases de un discurso de Villalobos, y acomodándolas a las circunstancias salía del paso airosamente, según él mismo creía. Hacía alarde de ser cínico y desvergonzado, y no había historia secreta de familia ni honra vacilante, que Pío Blanco no se encargara de divulgar mutatis mutandis.
Era de esas personas, que por desgracia abundan en México, para quienes los asuntos ajenos, por poco que les atañan, son el punto culminante de sus discusiones; desmenuzan y glosan la más insignificante noticia; emprenden, con un calor digno de mejor causa, una controversia sobre los asuntos privados de una familia, a quien ni saludan; y nada de lo que hay a su alrededor, por indiferente que sea, pasa sin sujetarse al tormento del análisis y del más escrupuloso examen. Emprenden sumarias genealógicas hasta dilucidar si H y R son hermanos, y si P y N son casados; son boletines orales de cuya lengua libre al lector su buena estrella, aun cuando a nombre del sagrado de la familia y de la gente honrada haya puesto hoy el autor de esta ensalada el foco de su lámpara sobre esas larvas dañinas, para que alguna vez la víctima vea a toda luz a sus verdugos.
Pío Blanco tenía, además de todos sus títulos, el de chismógrafo triturador de honras más acabado que se conoce.
Este pollo, cuya primera edad había sido una penumbra y una negación, no tenía en su corazón ni en su cerebro noción alguna provechosa ni base moral que normara sus actos, de manera que, perdido el encogimiento del pobre, aceptó de un golpe la vanidad y la desenvoltura del rico, y, con todo el atrevimiento de la ignorancia, afrontaba magistralmente desde la pequeña cuestión social hasta los altos problemas filosóficos.
Tal era Pío Blanco, pollo a quien vamos a ver en seguida convertirse en amigo de Concha.
En el palco intercolumnio número 1, de los segundos, apareció, la tarde de un domingo, en el Teatro Nacional una joven elegantemente vestida: llevaba un traje de gro azul y blanco de doble falda hecho por Celina, y estaba peinada con una gracia y una propiedad inimitables. "



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