Los sueños del pintor (fragmento)José Miguel Varas
Los sueños del pintor (fragmento)

"Cuando comenzó su labor, le prometieron la más amplia colaboración, pero resultó que los cinco o seis obreros que le mandaron sólo sabían de trabajos rudimentarios de carpintería y construcción. Si Pancho les pedía que prepararan cola para la fabricación de sus animales, lo miraban con asombro y le preguntaban cómo se hacía eso. Necesitaba soldar el cuello de su cisne monumental, cuyo cuerpo había modelado con malla de alambre. Pidió a la municipalidad un aparato eléctrico para soldar. Cuando lo trajeron y lo conectaron a la electricidad, se produjo un apagón en todo el barrio. Sucesivos intentos ese día y al día siguiente produjeron el mismo resultado. Finalmente debió renunciar a la soldadura y al cisne.
Además, algunos inescrupulosos comenzaron a robarle las herramientas y los materiales, de modo que finalmente se quedó solo ante la descomunal empresa y cada vez resultó más evidente que sería imposible realizarla en el plazo estipulado, es decir, antes del 25 de diciembre. El solitario artista notaba que los días corrían inexorablemente y que la tarea era infinitamente mayor de lo imaginado, pero no abandonó el trabajo, sino que se esforzó de manera sobrehumana por sacarlo adelante. Consumido por una especie de fiebre creadora trabajaba día y noche, a veces tomando tabletas para no dormir, de las que solían consumir los estudiantes para calentar exámenes. Con frecuencia pasaba varios días seguidos sin comer.
Trabajaba en unas grandes bodegas en un sector de la universidad. Una de esas noches llegó como siempre a trabajar. Se sentía algo extraño y a ratos sufría vahídos. Abrió el enorme portón que daba acceso al recinto, entró y vio en la penumbra aquellos seres inconclusos, las cabezas gigantes de osos, caballos y renos que estaban allí, y se entregó a la tarea. Como única iluminación tenía una lámpara de mesa. Más allá del círculo de luz que ésta formaba, todo lo demás estaba sumergido en la oscuridad. De súbito empezó a sentir unos raros resuellos. Volvió la cabeza y vio que el oso, que tenía unos tres metros de altura, resollaba. Se sintió lleno de estupor y de miedo, pero se dijo: «Debe ser una ilusión». Miró de nuevo y el oso estaba perfectamente inmóvil. Continuó en su faena, pero al cabo de unos minutos escuchó de nuevo, más fuerte que antes, el resollar del enorme animal que él había creado. «¡¿Qué es esto?!», se preguntó, pero luego, pensándolo mejor, se dijo: «¿Por qué este oso no va a resollar? Debe estar angustiado pensando que lo voy a dejar inconcluso, mutilado, sin el cuerpo ni las piernas». Empezó a calmarlo con un tono de gran dulzura: «Oso, no te angusties, yo te prometo completarte, terminar tus patas, todo». Prosiguió su labor. Miró hacia el fondo del galpón y vio un caballo que inclinaba la cabeza, pintada de azul luminoso, mientras le caían lagrimas. "



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