Cartas de amor de una mujer inglesa (fragmento)Laurence Housman
Cartas de amor de una mujer inglesa (fragmento)

"¿Has encontrado, querido, tu carta? Cuanto más rápido redacto la misiva, más rápido me veo impelida a sentarme y escribir de nuevo. La hierba del amor nunca deja de crecer bajo los pies. Debería proponerme alimentarla con heno mientras el sol brille. Aseguras que mis metáforas te embelesan. Tú logras ese efecto en mi alma sin ayuda de metáfora alguna. Así que no hay motivo para que te quejes. Tus imprecaciones se desvanecen. Me pregunto cómo clasificarlas. ¿Quizás sólo sean una quimera? Me refiero a la posibilidad de continuar escribiendo, cautivando tu ánimo cual derviche danzante. Tus cartas semejan mirlos. Un montón de ellas me rodean, al menos unas veinticuatro. Y cuando abro cualquiera de ellas entonan la siguiente melodía: "¡Chewee, chewee, chewee!" en un tono que me asusta.
El tono de las últimas tres misivas ha sido más solemne. Como si quisieras de algún modo desterrar mis instantes de miseria. Extasiándome con ellas relleno mis horas muertas y confío en que no haya ninguna razón por la que ellas deberían llenar las tuyas. Me sugerías que debería mantenerme ocupada y así yo ocupo mi tiempo, incluso cuando tú te manifiestas de esa forma.
Pero sin duda sería posible saltar desde un trampolín aún más alto. Inmenso podría ser mi salto, empujada y vigorizada por tus epistolares brazos, si realmente necesitara precipitarme al vacío.
Puedes ver cómo desobedezco y desoigo tus consejos y cuitas y lo cierto es que encuentro esa desobediencia de lo más dulce. Pero luego tú trataste de persuadirme en base a una ley que tú sabías perfectamente que yo habría de conculcar -así emprende su camino el orbe en sus mundanas andanzas. No es casualidad que sea hija de Eva.
Los designios del orbe se hallan en nuestras manos, en las tuyas y en las mías, dependen directamente de nuestra voluntad. ¿En qué día comienza la noche y cuándo principia la mañana? Me inclino a pensar que la respuesta está en los pájaros, cuyas alas evocan el recuerdo de que la desobediencia ha sido alcanzada. Se consciente de ello plenamente. El advenimiento del alba no tendrá lugar hasta que yo desee firmemente obedecer. Hay momentos en los que el anhelo se apodera de mí con tanta fuerza que apenas me permite entender que tú deberías preceder mis pasos por aquellas sendas que me aterran y aturden mi ánimo. ¡Qué cercano al tuyo se sentirá mi corazón, querido, cuando llegue ese ansiado día! Ahora siento esa susodicha cercanía, pero se halla postrada a tus pies. ¡Levántame, amado mío! ¡He de besarte con toda mi voluntad! ¡Perdóname por ser quien soy, tuya para toda la eternidad! "



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