La jaula de cristal (fragmento)Colin Wilson
La jaula de cristal (fragmento)

"Se deslizó de la cama; un instante después se cerraba la puerta. Quiso decirle que se llevase el edredón, pero temía que quisiera hablar. Permaneció tendido inmóvil unos minutos, hasta oír crujir los muelles del colchón de ella. Con cuidado se quitó los pantalones, sin levantarse de la cama. Hubiera preferido bajar a lavarse, pero hubiera revelado que no dormía. Alisó las sábanas bajo su cuerpo y se metió en la cama. Las sábanas eran frías y secas. Yació, mirando la oscuridad, sintiéndose tranquilo y satisfecho ante la destrucción de una ilusión. Media hora antes había sentido que, en ciertos aspectos, Sheila era mucho mayor que él; parecía poseer profundidades de sabiduría instintiva que se ocultaban a la inteligencia masculina. Ahora sabía que no era cierto. Ella poseía el calor, la simpatía instintiva y la ternura de una mujer madura; pero, aparte de aquello, era un animal joven que gozaba del acto del amor con la misma franqueza con que un niño disfruta de un helado. Supo, con súbita certeza, que jamás volvería a sentir ningún entusiasmo por el acto de placer físico.
Aquello, en sí mismo, carecía de importancia; la certeza negativa ponía de agudo relieve sus otras certezas positivas.
El sueño le venció con tal rapidez que no se enteró. Fue la voz de Butler la que le sacó de él.
[...]
Resistió el impulso de colgarle de golpe. Fue a la puerta y escuchó, preguntándose si Butler estaría abajo, en el baño. No se oía nada. Sacó dos monedas del bolsillo y las dejó junto al teléfono, volviendo a subir luego.
En lugar de volver a desnudarse, encendió la estufa de gas. Su deseo de dormir había desaparecido y sentía dentro cierta extraña vitalidad. Cerró los ojos y respiró profundamente, imaginando el círculo de piedras druidas y los rocosos valles de la ladera del Skiddaw. Su cuerpo y su mente se relajaron casi al momento. Se dio cuenta de que tenía un ligero dolor de cabeza, pero no le dio importancia, como si no fuera suyo. Esta vez la habitación resultaba demasiado calurosa, así que apagó la estufa. La brisa que entraba por la ventana le agitaba el cabello. Se concentró deliberadamente, sumergiéndose aún más en su oscuridad interior, alejándose aún más de su cuerpo y su personalidad física.
Le sorprendió la facilidad con que lo logró. No le costó esfuerzo y pareció suceder más de prisa que habitualmente. Su respiración se hizo poco profunda; parecía como si los átomos de su cuerpo estuvieran perdiendo su energía, como si fuera sumiéndose en un estado de suspensión animada. Un gozo, más profundo que la felicidad, le iba como envolviendo en oleadas de paz. Tenía la sensación de estar como contemplando su cuerpo, que estaba debajo, contemplando al ser llamado Damon Reade. En su pensamiento estaban presentes los acontecimientos de los dos últimos días y los repasó con una especie de tolerante alegría. Todo parecía absurdo, carente de importancia: su presencia allí, las intrigas de Butler con Vivian Martin, su aventura con Sheila. Con mayor claridad que nunca, vio que todas sus ideas acerca de sí mismo y del mundo eran un completo error.
Resultaba tentador alejarse de sí, abandonar su cuerpo sentado en la silla e ir más allá, a un estado de contemplación del inmenso silencio que subyace a la trivialidad humana. Resistió la tentación con el oscuro sentimiento de que había otras cosas por hacer. Por un momento no pudo recordar qué eran. Luego le volvieron: su propósito al hallarse allí, el asesino del Támesis que citaba a Blake.
Primero le pareció infinitamente poco interesante; luego ligeramente absurdo, casi divertido. Resistió la tentación de sopesarlo en tales términos morales e intentó considerar los hechos del caso. Entonces, súbitamente, los hechos centrales se destacaron con claridad: culpabilidad, obsesión, necesidad de purificación. Comprendió de pronto que había poseído todas las pistas desde su charla con Lund, pero que no había sabido ver su significado. Ahora resultaba evidente por sí mismo. Se desvaneció su necesidad contemplativa; sintió una emoción de triunfo.
El cuarto de Butler seguía vacío. Por un momento se sintió decepcionado, pero pronto se le pasó. Se sentó en la butaca, examinando otra vez los hechos. Su significado aparecía tan claro y patente como siempre lo fuera. "



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