La caída de Hyperion (fragmento)Dan Simmons
La caída de Hyperion (fragmento)

"Abajo hay un paisaje. Kilómetros a la redonda. Es un diorama de papel maché del Valle de las Tumbas de Tiempo y el desierto. Hasta la ciudad muerta y las remotas montañas están reproducidas en una miniatura de plástico aséptico. No importa. Para Martin Silenus sólo existen el árbol y el dolor, y los dos son indivisibles. Silenus muestra los dientes en una sonrisa aterida. Cuando era un niño en Vieja Tierra, él y Amalfi Schwartz, su mejor amigo, visitaron una comuna cristiana en la Reserva de América del Norte, aprendieron su tosca teología y después bromearon acerca de la crucifixión. El joven Martin extendió los brazos, cruzó las piernas, irguió la cabeza y dijo: «Vaya, desde aquí veo toda la ciudad.» Amalfi se desternilló de risa.
Silenus grita.
El tiempo no pasa, pero al cabo de un rato la mente de Silenus regresa a algo semejante a la observación lineal, algo distinto de aquellos desperdigados oasis de agonía diáfana separados por desiertos de agonía pasiva. En esa percepción lineal de su propio dolor, Silenus empieza a imponer un tiempo sobre ese lugar atemporal.
Primero, las obscenidades añaden claridad al dolor. Los gritos duelen, pero la furia se despeja y clarifica.
Luego, en los momentos de extenuación entre los gritos o los espasmos, Silenus piensa. Al principio le cuesta organizar secuencias, recitar tablas horarias, cualquier cosa para separar el dolor de diez segundos del dolor venidero. Silenus descubre que el esfuerzo de concentrarse disipa un poco el dolor. Aún resulta insoportable, aún desmiembra los pensamientos como pelusa en el viento, pero se reduce.
Silenus se concentra. Grita, despotrica y se retuerce, pero se concentra. Como no hay otra cosa en qué concentrarse, se concentra en el dolor.
Descubre que el dolor tiene una estructura. Tiene un plano. Tiene diseños más intrincados que un nautilo, rasgos más barrocos que una catedral gótica llena de contrafuertes. Incluso mientras grita Martin Silenus estudia la estructura de este dolor. Advierte que es un poema.
Silenus arquea el cuerpo y el cuello por diezmilésima vez, buscando alivio donde no hay alivio posible, pero esta vez distingue una figura conocida a diez metros, colgada de una espina similar, retorciéndose en la brisa irreal del dolor. "



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