Judit o el palco de la ópera (fragmento)Eugène Scribe
Judit o el palco de la ópera (fragmento)

"Y la multitud repetía todas aquellas palabras, y
Arturo las oía... Las jóvenes, al ver el aire modesto de Judit, le perdonaban el que fuese tan bonita, mientras que contemplando los jóvenes con ojos envidiosos a Arturo, se decían: «¡qué feliz es!».
Por la primera vez entonces miró el conde a Judit como merecía ser mirada. Y se llenó de admiración al encontrarla tan hermosa. El paseo, el aire libre, y sobre todo la felicidad de oír los elogios que de su hermosura hacían las gentes, habían animado sus mejillas con un brillo nuevo y dado a sus ojos una expresión y un encanto indefinibles; además, tenía diez y seis años, amaba, le parecía que era amada... ¡qué más razones para estar bonita! Y, en efecto, el triunfo de Judit fue completo, inmenso. La multitud no la abandonó hasta que subió al coche. Al observar entonces que Arturo fijaba en ella una mirada llena de ternura, todos sus triunfos se desvanecieron delante de este último; olvidó los elogios de la multitud y entró en su casa diciendo:
-¡Qué feliz soy!
Al siguiente día, en cuanto se levantó Judit, recibió dos cartas. La primera era del barón de Blangy, que, mucho más rico que Arturo, le ofrecía su amor y su fortuna. Judit no tuvo ni aun remota intención de enseñar esta carta a su tía o a Arturo. Creía que en quemarla no hacia el menor sacrificio.
La segunda carta tenía otra firma, que Judit leyó dos veces, no pudiendo creer a sus ojos. Sin embargo, no le era permitido dudar, estaba firmada por el obispo de ***, y concebida en estos términos:
Señorita:
Os habéis presentado públicamente ayer en las Tullerías con mi sobrino el conde Arturo y colmado de esta suerte la medida de un escándalo cuyas consecuencias son incalculables.
Aunque por la impiedad de los hombres, Dios ha permitido que todo esté trastornado, tenemos los medios de castigar vuestra audacia. Os declaro, pues, señorita, que si no ponéis fin a semejante escándalo, ejerzo bastante influencia sobre el Gobierno para expulsaros del teatro. Si, por el contrario, abandonáis inmediatamente a mi sobrino, os ofrecemos, porque el fin santifica los medios, dos mil luises y la absolución de vuestras faltas, etc. etc. "



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