La obsolescencia del hombre (fragmento)Günther Anders
La obsolescencia del hombre (fragmento)

"La suerte del fotógrafo o del que intercepta una conversación, cuando se limita a utilizar reproducciones o conversaciones nuestras, es no robar al robar. La cuestión es este no: este no es al que puede apelar cada uno y el que otorga a nuestra hipócrita época su buena conciencia y su apariencia de santidad. Al hombre de negocios, cuyo teléfono es interceptado por un snooper, no se le roba su cartera. No. A la joven, fotografiada desde un escondrijo en una posición cheese cake, no se le roba su virginidad. No. Así pues, aparte de que el stock de cintas magnetofónicas grabadas haya aumentado un par de metros y de que haya un par de films más en el mundo, no parece haber ocurrido lo más mínimo.
No, ni lo más mínimo, pues no sólo nosotros no sospechamos nada. No sólo nosotros, las víctimas, tras el delito contra la propiedad parecemos seguir viviendo igual como antes, es decir, sin notar la pérdida. Más bien tampoco los mismos ladrones y bandoleros sospechan nada, porque, aunque se han enriquecido con un poco de botín, no tienen en su mano nada que le falte a otro. De la misma manera que a nosotros no nos ha ocurrido nada, tampoco ellos han hecho nada, no nos han hecho nada. Mientras los antepasados clásicos, los honrados salteadores y carteristas, provocaban delitos inequívocos, es decir, situaciones en que a las víctimas les faltaban en efecto los objetos robados, sus actuales descendientes provocan una situación completamente ambigua, en que a quienes han sido robados (o sea, a nosotros, que no notamos nada del robo de imágenes) no parece faltarles nada y, por tanto, falta el faltar (por paradójico que pueda sonar).
Mientras los antepasados sabían con exactitud lo que hacían cuando robaban luises de oro o relojes de bolsillo, sus descendientes, que fotografiando o con el tapping sólo producen reproducciones de sus víctimas, siguen tan terriblemente desprevenidas e ingenuos, que pueden continuar ejerciendo su negocio con la mejor conciencia del mundo. Cuando se les piden explicaciones, siempre pueden lavarse la manos en su inocencia y recurrir a un alibi. Y ciertamente, siempre (ésta es una particularidad añadida) al alibi de sus víctimas, o sea, a nuestro alibi, pues siempre tienen la posibilidad, señalándonos a nosotros, de no probar, es decir, de demostrar que nosotros no nos encontramos en sus manos, sino que nos encontramos alibi, o sea, en otra parte: justo donde nos encontramos realmente; y que seguimos viviendo inmutados, intactos, sin más pérdidas verificables que las que habíamos tenido antes del delito contra la propiedad. En resumen: parece que no se puede hablar de un culpable, de un crimen, de un delito, de una culpa, de razones para avergonzarse o arrepentirse.
Nada más difícil que analizar la conexión entre la situación histórica de la técnica en cada momento y la de la moral. Esto aún no lo hemos aprendido. Por eso, resulta extraña nuestra afirmación de que los procesos de reproducción, que se han convertido en obvios en nuestra época, están a punto de atrofiar nuestra conciencia moral y de culpabilidad. Tendremos que volver a aprender. "



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