Ella (fragmento)Henry Rider Haggard
Ella (fragmento)

"-Yo te digo que nada muere realmente; tal cosa como, es la muerte, no existe. Mira -dijo, mostrándome algunas esculturas del muro, -tres veces dos mil años han pasado desde que los últimos de la gran raza que esculpió esas figuras cayeron ante el soplo de la peste que los destruyó, y no han muerto empero... ¡Aún existen ellos!... quizá sus espíritus nos están contemplando ahora mismo... Algunas veces paréceme que los ven mis ojos.
–¡Sí, pero para el mundo han muerto!
-Cierto, mas sólo por algún espacio... y aún renacen para el mundo, y vuelven a renacer... Yo misma, extranjero; yo, Ayesha... porque éste es mi nombre... te digo que estoy aguardando que vuelva a nacer uno a quien yo amaba… y aquí he de aguardar hasta que él vuelva porque sé que de seguro volverá y que aquí, aquí únicamente, se alegrará de verme... Pues ¿Por qué suponías que yo, siendo todopoderosa más bella que Helena la griega tanto cantada y más sabia, sí, diez veces más que Salomón el sabio; que conozco los secretos de la tierra y los tesoros que guarda y que sé utilizar todas las cosas; yo, que por un rato he podido hacerme superior al cambio que vosotros llamáis la muerte... por qué, dime extranjero, pensaste tú que podría habitar yo aquí entre bárbaros inferiores aun a las bestias?...
-No lo sé -respondí con humildad.
–Pues es porque, yo aguardo al que amo... Mi vida quizá, ha sido mala; no lo sé... ¿quién podrá saber lo que es bueno y lo que es malo?... así es que temo morir, sí es que morir puedo, que no puedo, para ir en su busca adonde está, pues que entre nosotros dos podría haber un muro, que no sabría salvar quizá... al menos, eso temo... Muy fácil sería de seguro, extraviarse en esos grandes espacios por los que los soles giran perdurablemente... Mas ha de llegar un día quizá cuando hayan parado otros diez mil años, fundidos y desaparecidos en los silos del Tiempo, como las nubecillas se disuelven en la tiniebla nocturna en que él renazca y entonces esclavo de una ley que es más fuerte aún que todo propósito del hombre, vendrá a buscarme aquí, y su corazón se ablandará por mí, por más que contra él yo haya pecado; ¡ah, sí! por más que él no me reconozca tendrá que amarme, aunque no fuera más que por mi belleza.
Me quedé yo abrumado, mudo de asombro; las nociones que me sugería eran demasiado potentes para que, las prendiese mi intelecto. "



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