La dama de ninguna parte (fragmento)George Langelaan
La dama de ninguna parte (fragmento)

"La imagen de la muchacha tembló repentinamente. Un ruido de trompetas y un breve golpe de címbalos acompañaron la proyección sobre la pantalla del reloj del ayuntamiento de Ray Falls. Berny, sorprendido, echó un vistazo a su reloj y corrió a la ventana. Una franja de cielo rosado, que se reflejaba en las tranquilas aguas del lago, le confirmó que eran las seis y que un nuevo día acababa de empezar.
Berny decidió guardar silencio sobre su «visión», al menos por el momento. Y cuando llegó, un par de horas más tarde, al Instituto de Investigaciones Nucleares, se encaminó directamente a la biblioteca y se pasó la mayor parte de la mañana consultando obras que llevaba años sin abrir. En teoría, parecía casi imposible que los átomos componentes de un objeto, o incluso de un animal, pudieran transformarse en algo completamente distinto, conservando sin embargo su entidad.
Berny veló toda la noche, pero la luz temblorosa de su pantalla no compuso forma alguna. El altavoz ronroneó y tosió hasta la aparición del reloj, con su habitual acompañamiento musical, a las seis en punto de la mañana.
Durante toda una semana, Berny perdió sus noches ante el aparato, esperando vanamente el retorno de Mary. A pesar de las apariencias, no estaba absolutamente convencido de haber sido víctima de una broma. E incluso, aun suponiendo que fuera así, alguien había realizado un prodigioso descubrimiento científico. Dudaba, además, de que existiera una mujer capaz de representar con tanta veracidad el papel de Mary Seymour. Ésta había dado una versión de su drama llena de dulzura y sencillez. ¿Se había enamorado mi hermano de un rostro, de una fugitiva sombra apenas entrevista en la pantalla de televisión? ¿Existía o no existía Mary? Ella había dicho que no era un fantasma, pero al mismo tiempo había dado a entender que tampoco podía considerársela como una criatura humana.
Cuando, una semana después, Berny se sentó ante su desayuno, había tomado ya una decisión: comprobaría la historia de Mary Seymour. Para ello pidió un permiso en el Instituto y se dirigió a Hull.
Al regresar a Ray Falls, veinte días más tarde, Berny traía una certidumbre: Mary Seymour había existido realmente. La directora de la Royal Infirmary de Hull le confirmó que Mary Seymour había servido como enfermera en aquel establecimiento. Y, sin necesidad de consultar los archivos, le dijo que Miss Seymour había salido para Singapur al empezar la guerra, en compañía de un grupo de médicos y enfermeras, y nunca se había vuelto a saber nada de ella. También le enseñó la placa de mármol en donde se había inscrito el nombre de la muchacha desaparecida. "



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