La partida de caza (fragmento)Isabel Colegate
La partida de caza (fragmento)

"Suspiró mientras doblaba la carta y la metía en un sobre. Los jóvenes admiradores eran muy tiernos, desde luego, pero ¡tan tediosos! —tan serios, y se ofendían con tanta facilidad— que a veces pensaba que en algunos casos únicamente los soportaba porque eso era lo que al parecer se esperaba de ella. El hecho de que, cuando distinguidos estadistas, embajadores extranjeros o políticos jóvenes con una trayectoria por hacer pasaban por sus salones, siempre hubiera junto a ella un joven con aire serio y ofendido formaba parte del papel que representaba en su reducido aunque devoto círculo de amistades. Sí, todo eso formaba parte del decorado, en el que su pálida belleza destacaba en su faceta más exótica y traicionera; era lo que el mundo le exigía.
«Querido señor Van Fleet», escribió. Tenía una letra menuda y firme, y llenaba la cuartilla muy deprisa. «Estoy muy decepcionada con el rendimiento de las acciones que me recomendó usted. He sabido, por una fuente muy cercana a la compañía en cuestión (no puedo decir más), que es probable que las acciones de las minas de oro de Hergesheimer aumenten significativamente su valor en las próximas semanas. Por favor, venda las acciones que me ofreció y compre en su lugar oro de Hergesheimer. Tengo intención de utilizar parte de las ganancias para financiar con ellas las operaciones. Entretanto, pida usted, por favor, a su Departamento de Contabilidad, que deje de enviarme cartas de súplica».
Hizo una mueca mientras doblaba la carta. Le daba mucha rabia que le recordaran que debía dinero: como proveedor de fondos, Gilbert era tan correcto como en todo lo demás; Charles a veces era generoso, y otros también, pero una existencia tan exquisita como la de Aline requería una financiación sin límites; además, nunca era capaz de recordar cuánto había gastado o dónde. Demasiado a menudo se veía obligada a preocuparse por asuntos que, en su opinión, eran más propios de un hombre, en gran medida porque, para garantizar este estado de cosas más feliz, tenía que dar explicaciones que prefería no dar: por lo demás, ni Gilbert ni Charles tenían la más remota idea de la cuantía de sus pérdidas en juegos de azar.
«Ya sabes cómo es la vida aquí», escribió después, continuando con una carta que había empezado el día anterior, dirigida a su prima y mejor amiga, Everilda Shakerly. «Divina, por supuesto…, aunque sin hombres por las mañanas. Creo que nuestro querido Randolph considera que la conversación entre personas de distinto sexo antes de comer es inmoral, como leer novelas. Ni siquiera Minnie ha logrado convencerlo de que algunos de los invitados menos aficionados al deporte nos entretengan durante el día. Da igual. Ayer, los dos chicos, Tommy Farmer y el nieto que está estudiando, tuvieron el día libre, porque Randolph decidió invitar a una pareja de vecinos muy aburridos que ocuparon su puesto en la partida de caza. Fuimos en bicicleta por la orilla del río: una delicia. No le conté al petit Farmer todo lo que sabía de ti y su papa… No tiene ni la mitad de nervio que su padre, aunque se le podría sacar algún partido. Parece que siente una especie de tierno amor por Cicely, la nieta mayor, aunque no creo que llegue a nada. Él pasará el próximo año en Londres —curiosamente le encanta Wagner— y podría hacer buena pareja con tu Agnes, ¿te lo imaginas? Es el hijo mayor y hay carbón en el suelo del coto. "



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