La tarjeta comercial de Dick Boyle (fragmento) "Durante unos instantes se arrastró tan silenciosamente como el salvaje y después, de un brusco salto, cayó sobre él, golpeando la cabeza y los hombros del adversario contra las peñas antes de que éste pudiera lanzar un solo grito. El cuchillo de escalpar que el indio sujetaba entre los dientes saltó cuando la mandíbula se aplastó contra las rocas. Boyle le sujetó y oprimió la espalda del indio con la rodilla, pero el salvaje no hizo más movimiento que una ligera contracción de las piernas. El golpe le había roto el cuello. Boyle dio la vuelta al inerte cuerpo. La cabeza se inclinaba hacia un lado como si se hubiera desprendido. En el mismo instante, Boyle reconoció al indio amigo en la estación, al que diera su tarjeta. Se levantó mareado. La reyerta había sido tan rápida que el único ocupante del coche no había advertido lo sucedido. Boyle amartilló instintivamente el revólver, pero el hombre que yacía no volvió a moverse. Entre los matorrales que le rodeaban no se advertía la presencia de ningún aliado del indio. Una vez más adivinó la verdad. Los asaltantes habían dejado atrás a aquel traidor y espía para que regresara a la estación y así se librara de sospechas. El estuvo merodeando, pero, como no tenía armas de fuego, no se atrevió a atacar a los supervivientes mientras permaneciesen juntos. Boyle recobró en un momento su desbordante y habitual buen humor. Se fue al manantial, se "limpió de indio", como con macabra expresión se dijo a sí mismo, se sacudió el polvo de la ropa, y recogió el abrigo y la botella para regresar al coche. Estaba oscureciendo, pero los tonos rojizos del cielo que se advertían por el oeste brillaban sin obstáculos a través de las ventanas. El silencio le asustó. Sin embargo, experimentó un gran alivio al abrir la puerta y ver a miss Cantire sentada, muy erguida, en un rincón. " epdlp.com |