La balada de Iza (fragmento)Magda Szabó
La balada de Iza (fragmento)

"Los abuelos de Antal tenían demasiados problemas como para limitarse a llorar a su hijo y guardar luto. El abuelo se quedó hasta la madrugada deliberando con su esposa sobre cómo podrían sacar alguna recompensa de la tragedia sufrida. El abogado de Bérczes se les adelantó y pagó los gastos del entierro; también les dio algo de dinero y convenció a los dos viejos de que se olvidaran de lo sucedido, ya que de lo contrario Bérczes podría enfadarse y desdecirse de todas las muestras de benevolencia con que les había resarcido. Esa misma primavera el abuelo acudió a Bérczes, que buscaba un guarda, pero entonces no lo empleó; sin embargo, más adelante mandó decirle que el puesto era suyo, y que también podía ofrecer trabajo al niño en el manantial. Pusieron a Antal a transportar tierra enlodada para los baños de barro, sin que se le permitiera entrar en las instalaciones termales. A pesar de sus ocho años, Antal comprendía muy bien el porqué: era demasiado pobre para que le dejaran acercarse a los agüistas, en especial a aquellos que disponían de medios suficientes para alquilar una de las casetas instaladas alrededor del manantial: el niño podría caer fácilmente en la tentación de afanarse algún objeto de valor. Así pues, el viejo trabajaba de guarda, el chaval de peón, y los dos ganaban dinero; entre las familias de Dorozs había más de una que los envidiaba.
Más adelante un periódico de izquierdas de la capital se hizo eco de la historia del padre de Antal, e incluso hubo una interpelación en el Parlamento. El abogado de Bérczes se presentó de nuevo, y esta vez trajo a un periodista de un diario gubernamental para entrevistar a los ancianos. Los viejos, muy asustados ante aquel desconocido que iba anotando cuanto balbucían, asentían a todo lo que decía el abogado; este acabó contando a la prensa que Dániel Bérczes no solo se encargaba de los ancianos padres de la víctima del siniestro, sino que también estaba dispuesto a pagar los estudios del hijo del aguador, que, según decían, tenía mucho talento, y tendría la oportunidad de estudiar en un renombrado liceo de la ciudad y de disponer de una plaza en el internado. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com