La flor púrpura (fragmento)Chimamanda Ngozi Adichie
La flor púrpura (fragmento)

"Papa-nnukwu trazó la última línea, más larga que el resto, haciendo una floritura. Había terminado.
Cuando se levantó y se estiró para desentumecerse, todos los surcos y protuberancias de su cuerpo captaron los rayos dorados de la luz ardiente, como la corteza nudosa de la melina del jardín de casa. Hasta las manchas de la piel debidas a la edad brillaban en sus manos y en sus piernas. No aparté la vista, aunque sabía que era pecado contemplar la desnudez de otra persona. Las arrugas de su vientre no parecían ya tan numerosas, y su ombligo estaba más erguido a pesar de estar aún escondido entre pliegues de piel. Entre sus piernas colgaba un capullo flácido cuya piel se veía más lisa, libre del entramado de arrugas que cubría el resto de su cuerpo como una tela metálica. Recogió la bata y se la ató en la cintura con un nudo. Sus pezones parecían pasas arrugadas entre los escasos mechones de vello canoso del pecho. Aún sonreía cuando, en silencio, me di la vuelta y me dirigí al dormitorio. Yo nunca sonreía después de rezar el rosario. En casa, nadie lo hacía.
Después de desayunar, Papa-nnukwu se encontraba de nuevo en el porche, sentado en el banco. Amaka se había aposentado en una colchoneta de plástico cerca de sus pies. Le restregó uno con una piedra pómez, después puso la piedra en remojo en una palangana de plástico y la cubrió con vaselina antes de pasar a dedicarse al otro pie. Papa-nnukwu se quejó de que aquello le suavizaría demasiado la piel y que luego hasta las piedras más pequeñas se le clavarían en las plantas. Nunca llevaba sandalias cuando estaba en el pueblo, pero allí tía Ifeoma lo obligaba a ponérselas. De todas formas, no le pidió a Amaka que lo dejara estar. "



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