Un drama sensacional (fragmento)Arkady Averchenko
Un drama sensacional (fragmento)

"Samatoja era un hombre resuelto y que casi siempre obraba por inspiración.
Sin saber por qué, se le ocurrió, de pronto, la idea de saltar la tapia del jardín ante el cual le habían llevado de un modo fortuito sus pasos. Y la saltó. Acaso pudiera robar algo; tal vez encontrase algún objeto de valor... Los señores suelen pasar gran parte del día en el jardín, y se dejan, a menudo, en los quioscos, ropas, bandejas, servicios de té... Samatoja tenía hambre y cuando tenía hambre se sentía enemigo encarnizado de la propiedad.
Cuando estuvo dentro del jardín miró en torno suyo.
No lejos de la tapia, entre unas altas matas de lilas, había un banco. Hacía calor, y Samatoja se sentó para descansar un poco al fresco. Con la manga de la vieja chaqueta se enjugó el sudor de la frente.
Diríase —tal quietud, tal silencio reinaba en él— que el jardín se hallaba a gran distancia de todo lugar habitado. Senderos cubiertos de hierba lo atravesaban en todas direcciones. Había uno más ancho y más cuidado, que, a juzgar por estos indicios, conducía a la casa.
Antes de que el ladrón hubiera podido orientarse apareció en dicho sendero una niña como de seis años.
Al ver entre el follaje las piernas de aquel hombre —lo único que las altas y espesas matas no ocultaban de su persona— se detuvo, perpleja, estrechando contra su corazón a la muñeca, dispuesta a defenderla de todo peligro.
[...]
Habían pasado algunos días.
Samatoja se había deslizado como un lobo entre los corderos en el parque lleno de niños y niñeras. Se veían por todas partes cochecitos de bebés y sonaban, en toda la amplitud del numeroso cercado, risas y llantos infantiles.
Samatoja observaba los animados y dispersos grupos con ojos de lobo en acecho. A la sombra de un corpulento árbol estaba sentada una miss, absorta en la lectura de un libro, y algunos pasos más allá, una niña como de tres años se divertía construyendo una casa con trocitos cúbicos de madera. Junto a la niña yacía sobre la verde hierba una muñeca más grande que su ama. Era una magnífica creación de una casa de París: tenía una espléndida cabellera rubia y vestía un lindo traje azul orlado de encajes.
Samatoja clavó una larga mirada en aquella muñeca y, tras una breve vacilación, se lanzó sobre ella como un tigre, la cogió y huyó a todo correr.
Niñeras y niños aterrorizados, prorrumpieron en gritos. Los guardias empezaron a pitar desesperadamente, corriendo en todas direcciones. Se armó una batahola infernal. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com