El muro (fragmento)Marlen Haushofer
El muro (fragmento)

"Me levanté y fui a la puerta. La luz de la lámpara caía sobre el camino y la nieve en los abetos relucía amarillenta. Deseé que mis ojos olvidaran lo que esta imagen significó para ellos durante tanto tiempo. Detrás de todas las cosas aguardaba algo nuevo que yo no veía porque mi mente estaba repleta de imágenes antiguas y mis ojos eran incapaces de volver a aprender. Había perdido lo viejo y todavía no había conquistado lo nuevo que se cerraba ante mí, pero que yo intuía. No sé por qué pero esta idea me llenó de una débil y tímida felicidad. Ya no me sentía tan mal como las semanas pasadas.
Me puse los zapatos y fui otra vez al establo. Bella se había echado y dormía. Su tibio y limpio vapor flotaba a su alrededor. La mansedumbre y la paciencia impregnaban su pesado y dormido cuerpo. La dejé tranquila y regresé a casa por la nieve. Lince, que había salido conmigo, surgió detrás de un arbusto y yo cerré la puerta tras él por dentro. Lince se subió al banco y apoyó su cabeza en mi rodilla. Le dije cosas cariñosas y vi que le hacían feliz. Después de las semanas pasadas de desaliento merecía toda mi atención. Él entendía que yo estaba de nuevo con él y que me podía alcanzar con sus ladridos, gemidos y zalamerías. Estaba muy satisfecho. Cansado, se durmió profundamente. Se sentía seguro porque su ser humano más querido había vuelto a él desde un mundo extraño al que él no le podía seguir. Eché mis cartas y ya no tenía miedo. Si la noche resultaba terrible o pacífica, yo la tomaría como viniera sin resistirme.
Hacia las diez aparté con cuidado a Lince, recogí los naipes y me metí en la cama. Estuve mucho tiempo tumbada en la oscuridad mirando el fulgor rojizo que el fogón echaba sobre el suelo oscuro. Mis pensamientos iban y venían en toda libertad y yo no sentía miedo. Las luces dejaron de danzar sobre las maderas y la cabeza me daba vueltas de tantos recuerdos. Ahora sabía lo que había sido un error y cómo lo podía haber evitado. Había alcanzado la sabiduría, pero llegaba demasiado tarde. De todos modos, aunque hubiera nacido sabia, poco hubiera podido hacer en un mundo insensato. Pensé en los muertos y sentí compasión, no porque estuvieran muertos sino por no haber hallado más alegría en la vida. Pensé en las personas que había conocido y las recordé con cariño, eran parte de mí hasta mi muerte. Si deseaba vivir en paz debía reservarles un lugar seguro en mi nueva vida. Me dormí y descendí a las profundidades de mis sueños, diferentes por completo a los de antes. No sentí temor, sólo una tristeza que me llenaba hasta rebosar. Me desperté cuando la gata saltó sobre mi cama en busca de calor. Quise extender la mano para acariciarla pero ya me había dormido, y dormí sin sueños hasta la mañana. Al despertar estaba cansada pero satisfecha, como si hubiera concluido un trabajo muy fatigoso. "



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