Cada hombre en su noche (fragmento)Julien Green
Cada hombre en su noche (fragmento)

"El reloj de correos marcaba las diez. Entró en un «drugstore» de las cercanías, donde bebió un vaso de leche y comió un bocadillo múltiple. Todo volvía a sonreírle. Al mirarse disimuladamente en un espejo, se encontró a la vez feo y elegante. En todo caso, su primo sufría de amores por su causa. Además tenía en su cajón lo suficiente para vivir durante varios años. Si quería, podría decirle a míster Schoenhals que dejaba el almacén para siempre.
Estos pensamientos que le rondaban por la cabeza se desvanecieron de golpe cuando el nombre de Schoenhals acudió a su mente. En efecto, ninguna parte del cuerpo le parecía tan bella como el cuello. Un cuello recto, redondo y liso que las manos podían aprisionar como una columna. El pecho, las caderas, las piernas no sugerían más que voluptuosidad; incluso la cabeza, la cara sobre todo... Pero el cuello era puro. El suyo era largo y vigoroso, de una blancura que resistía a la quemadura del sol; un cuello de bárbaro, le había dicho alguien un día, y esta expresión, cuyo sentido no veía del todo claro, se había grabado en su memoria. El cuello, por sí solo, era parecido a un cuerpo, pero un cuerpo inocente. En cuanto a los órganos del placer, tanto en la mujer como en el hombre, había que perder la cabeza para encontrarlos bellos. Sólo la crisis de locura provocada por el deseo podía hacer que mirase con indulgencia esas regiones que seguían siendo repelentes a sus ojos. Bruscamente, la frase que había leído en la «Imitación» cruzó su mente como un relámpago. Permaneció inmóvil, con el vaso medio vacío en la mano. «¿Qué le responderás a Dios, que conoce todas tus inquietudes, tú que a veces temes el rostro de un hombre encolerizado?»
Dejó el vaso, pagó y salió a la calle. "



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