Terraza en Roma (fragmento)Pascal Quignard
Terraza en Roma (fragmento)

"Meaume el Grabador y Abraham Van Berchem fueron a la casa parisina de la señora de Pont-Carré, en la rue des Mauvaises-Paroles.
Esperaron al célebre violista que les había dado cita en aquella casa, pero éste no apareció.
Así era entonces la vida de los pintores: una sucesión de ciudades. Erraban. Meaume fue de París a Lavaur, luego a Toulouse, Lunéville, Brujas. En este orden. El tercer viaje, apresurado y doloroso, fue al lago de Como, el Milanesado, la república de Venecia, los ducados de Parma y Bolonia. En Bolonia se convirtió en pintor de vidrieras. Después de Bolonia llegó la terrible soledad de Ravello. Luego, Roma. Después, España, el Perreux, Quend, París, Amberes. Luego, Londres y Utrecht. En Roma hizo grabados para la venta. Desde su llegada trabajó para un vendedor de estampas en la via Giulia, cerca del palacio Farnese, re copiando estampas, calcando a lápiz sobre una hoja, planchando el reverso de la hoja impregnada de hollín, grabando finalmente el cobre sobre las huellas. Decían que era discípulo de Villamena por las figuras, de los Carrache por las posturas, de Claude Gellée por los lugares. No se dejaba ver ni en las mansiones de los príncipes ni en las de los cardenales. Cuando salía de su casa en el monte Aventino, llevaba un gran sombrero de paja que disimulaba los rasgos de su cara. Las largas murallas de Roma, de sombra azul como los tiburones, guiaban sus pasos. Y la sombra, según la hora, daba forma a sus paseos. Los jardines, las viñas, los bosquecillos de olmos, los campos, las ruinas. Las masas de buganvillas que colgaban de los viejos muros. Techos de tejas que se desbordaban sobre los callejones llenos de tierra y de musgo resbaladizo. Algún tiempo después, cuando su vista se debilitó tras su regreso de Londres, solía trabajar en la terraza, en el segundo piso, a pleno sol, bajo un sobradillo de tejas color ocre que había hecho agrandar. A veces aún copiaba justas musicales o lecciones de música para el gran público. Antaño, la plebe romana que se había rebelado contra el patriciado se retiró al monte Aventino hasta que fueron reconocidos sus derechos. Un viejo guerrero que pertenecía al cónsul Appio Claudio desnudó su espalda y gritó: Provoco! Lo que en la antigua lengua quiere decir: «Apelo al pueblo de Roma». A él le gustaban los paisajes cada vez más desiertos, las ruinas cada vez más nocturnas, los mares con un minúsculo barco a lo lejos, lo más lejos posible, como la barca de la muerte. Abajo, a la izquierda, Meaumus sculpsit. En invierno cerraba el ventanal. Trabajaba en la habitación vacía donde mostraba sus estampas. A lo largo de la pared, una mesa y dos sillas. El dosel ocultaba el lecho. Marie Aidelle durmió en ese lecho durante casi un año. "



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