La canción de Odette (fragmento)René Avilés Fabila
La canción de Odette (fragmento)

"Recuerdo exactamente lo que sucedió: estábamos en la casona de Odette, nadie faltaba, incluso había algunos que intentaban sumarse a la corte.
Odette daba rienda suelta a su afición por la pintura y festejaba a un pintor alemán, Ernest Saemisch, amigo suyo de tiempo que inauguró una exposición con excelentes resultados. Silvana y yo conversábamos con Javier Guerrero y con Manuel Fabregat. Mi mamá también andaba por allí, divirtiéndose. En el centro de la reunión, como era de suponerse, no estaba el pintor sino la propia anfitriona que lo desplazaba discretamente hablando de los cuadros abstractos de Saemisch.
Javier, para estar a tono con la reunión, contaba de un pintor de iconos abstractos que conoció en Moscú. El tipo era una especie de Rasputín: tenía mujeres bellísimas y —aquí entra una frase muy de Javier— era una fuente inagotable de semen; nos llevó a conocer sus obras con la promesa de vodka y caviar además de arte. Bueno, pues llegamos a su casa: había que joderse con sus cuadros; de no ser por las explicaciones no hubiésemos entendido nada. Después dijo que era disidente, que el Estado soviético se negaba a exhibir sus iconos abstractos, que descendía en línea directa de Andrei Rublov, pero que además tenía influencias de Chagall y Kandinsky; del primero el color, del segundo la forma. Entre trago y trago el hombre desaparecía con alguna de las nenas sensacionales y regresaba abrochándose la bragueta. Lo aguantamos unas dos horas y media y en cuanto pudimos lo dejamos con sus horrendos cuadros y sus gordas espléndidas.
No era tarde cuando entró un amigo de la época dorada de Odette, Raúl Villaseñor; su visita a nadie sorprendió, acostumbraba a colarse a cuanta reunión importante existía en el DF. Hacía bromas pesadas a todo mundo y procuraba beber lo que le ponían enfrente. Sin embargo esta vez entró en la sala y se dirigió a mí. Parecía de mal humor. Me separó del grupo y en un rincón me dijo que mi padre estaba en Oncología muy grave, de hecho puede decirse que agoniza.
Yo pensé que se trataba de una pésima broma, que el hombre en efecto podía estar enfermo, mas no de gravedad y actué con frivolidad y cinismo. Y qué, ¿él te pidió que me avisaras? No. Bueno, que siga con su familia y yo con la mía. Sólo lamento que no pueda ver cumplidos sus vaticinios acerca de la forma en que yo acabaría mi vida: metido en una cloaca o en la cárcel, desprestigiando su célebre apellido. "



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