El ladrón del viento (fragmento)Frédéric Fajardie
El ladrón del viento (fragmento)

"El conde de Nissac, que no se había tomado la molestia de visitar la ciudad de Barcelona, dejaba que su tripulación se divirtiera allí bajo la discreta vigilancia de la policía de Felipe III. Habían visto así a un gigantesco barón, capitán de la infantería de asalto que se llamaba Jean-Baptiste Sousseyrac, abandonar el navío precedido por tres violines.
Un tal señor Yasatsuna recorrió los puestos de los pescaderos para comer, allí mismo, criaturas del mar sin hacerlas cocer, ante el asombro de pescadores y viandantes.
Se advirtió también a dos marinos que, según la excelente policía del rey, se llamaban Peter van Kappel y Cornelius van der Linden e iban de la mano por las callejas de Barcelona, pero, si les buscaban las cosquillas con respecto a sus costumbres, sacaban los cuchillos y demostraban que no eran mozas sino hombres temibles, y de todas partes, y sobre todo de los lechos de las mozas, surgían marinos y soldados de El dragón verde, pues esos diabólicos franceses se mostraban más unidos que los dedos de una mano.
Habían seguido al segundo, Paray des Ormeaux, y advertido que su visión era muy mala, información transmitida de inmediato al Almirantazgo, donde no se dudaba de que, algún día, en la guerra, sería preciso afrontar a El dragón verde y nunca sabrían, por lo tanto, bastante sobre sus oficiales.
Habían renunciado a seguir al muy rubio y angélico Martin Fey des Étangs, que iba de mujer en mujer, pues éstas se peleaban para meterlo en su cama. Se adjuntó una nota sobre la sorprendente salud de aquel joven oficial francés en los lances del amor.
Pero el señor de Nissac, en cambio, no se movía de los establos reales.
Profundamente perplejo, el ministro se preguntó por qué razón un hombre tan admirable iba a ridiculizarse ante Felipe III, rey de España, y ante toda la Corte, así como ante los embajadores extranjeros, participando en la gran carrera de obstáculos donde pensaba montar un caballo ciego…
Ciertamente, se decía que la madre de Nissac, muy buena amazona, había bajado del caballo para dar a luz de inmediato, pero de todos modos…
En Barcelona, sólo se hablaba de eso. Y muy pronto, en toda España. Así, jinetes y carrozas llegaban, en gran número y velocidad, de Madrid, Valencia, Zaragoza y otras cien ciudades para asistir a semejante espectáculo. "



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