Gente de las estepas (fragmento)Ralph Fox
Gente de las estepas (fragmento)

"Era uno de aquellos en quienes de inmediato alguien reconoce algo demoníaco que los distingue de los otros hombres, una energía del alma que les guía a través de las vicisitudes de la vida hacia un ineludible y magnificente epílogo. Durante un largo tiempo me pregunté acerca de esa extraña aureola que advertía en él, ya que no se trataba con toda seguridad de la sed de la gloria, del poder o de la belleza, o de Dios mismo, o de cualquiera de esos pensamientos en torno a los cuales meditamos de inicio. Sobre esta época, pienso, descubrí la solución a la incógnita y ésta no era otra que el hecho de que era un amante, un héroe del amor. Uno de esos raros y legendarios personajes del estilo de Cleopatra, Aspasia o Don Juan.
A última hora de la tarde llegamos a Jussali, donde nosotros confiábamos encontrarnos con Yaganov en medio de la tumultuosa y variopinta multitud que se daba cita en la estación. La mayor parte de ellos eran kirguisios y apenas vimos rusos, a excepción de los funcionarios ferroviarios. Así que aguardé junto a nuestro equipaje mientras Ilyusha iba a preguntar. Los ferroviarios, al igual que todos los funcionarios rusos, se esforzaban por evitar responder a las preguntas, mostrándose inusualmente ocupados. Los kirguisios negaban abruptamente con sus cabezas ante las inquisiciones de Ilyusha, no comprendiendo sus cuitas, hasta que aquél, inspirado, se fijó en un kazajo que permanecía cerca de nosotros y le preguntó estruendosamente varias veces si Pietka estaba allí -Pietka es el nombre que los nómadas le daban a Yaganov. Al final el kazajo comprendió e irrumpió entre los volubles kirguisios hasta que se acercaron a él otros de sus paisanos, atraídos por la mágica palabra «Pietka» y en un ruso bastante tosco nos contó que, efectivamente, nuestro amigo estaba allí, aguardando nuestra llegada en un tren de descarga de la línea del Norte hasta que la expresa fuera totalmente despejada.
Era un hombre muy famoso entre aquella turba de bárbaros que rondaría las doscientas mil almas. Nos ayudaron cortésmente con todos nuestros enseres, felices de poder servir a los amigos de Pietochka y, justo cuando las sombras de la oscuridad se cernían febrilmente sobre la estación, llegamos al vagón final del tren de descarga. "



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