Floreros de alabastro, alfombras de Bokhara (fragmento)Angélica Gorodischer
Floreros de alabastro, alfombras de Bokhara (fragmento)

"Era como una llave de cocina a gas pero más grande y horizontal. Prendí el gas, seguí mirando, y a medida que movía la mano eso se iba precisando. Me encontré ante un paisaje blanco y silencioso. Alrededor de mí y de eso, estaba el universo. Había montañas y abismos y el negro y blanco eran un solo y único color. Cómo se podía ver hacia arriba mirando hacia abajo, cómo se podía sentir vértigo, no oír, saber que el espacio es inconcebible y que una está ahí, perdida. Hubiera gritado, si no hubiera sido que no quería asustar a la gata.
Los diez días que siguieron los pasé en carrera de fórmula uno más uno, de manera que no tuve tiempo de pararme a pensar, no digamos ya de sentarme a pedir comunicaciones de larga distancia. Me lo malicié de movida nomás, cuando esa noche lo perdí a Hekke en el entrevero después de haberlo visto un par de veces retozando por ahí, y quedé definitivamente en manos de Brülsen. Y sobre todo cuando vi que Brülsen se mantenía firme como colimba recién estrenado en su papel de anfitrión más que perfecto. Hubo dos o tres intentos, femeninos, masculinos y combinados, de incorporarlo a algún grupo o de llevárselo a otro lado, que el finteó con éxito y con clase, como no dándose por enterado de nada. La gente se acercaba y saludaba; algunos le decían Félix, otros Teo, otros Brülsen; algunos lo trataban de usted, otros de tú, unos pocos de vos; sonreían, hacían bromas, hablaban en clave de joda o en clave de vieja amistad imposible de desechar, y al rato tenían que volverse por donde habían venido. Mi inesperado triunfo me tenía desorientada. ¿Le habría chusmeado Hekke a Brülsen eso de que yo aspiraba a casarme con él? No. De habérselo dicho, Brülsen no estaría pendiente de mí sino tratando de huir como tiro. A menos que se hubiera enamorado instantánea y apasionadamente y eso era algo que yo no me creía.
A las dos y media de la mañana, harta de los amigos de Brülsen y cansada del esfuerzo que tenía que hacer para ser constantemente ingeniosa, alegre y sutil, dije que me iba. No había más caviar y el buen mozo de la cupé se había ido o se había escondido. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com